Y tú ¿Que te crees?

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Y tú ¿Que te crees?

Quienes dormimos con niños, sabemos que “duermen por todas partes”. Duermen extendidos, acurrucados, con los brazos desplegados, encogidos, en jarras, sobre la barriga o aplastados por ella. Unas veces se desplazan durante el sueño o duermen como piedra de un profundo río en su intenso sueño (generalmente así están cuando los trasladas del sofá a la cama).

Las piernas pueden dirigirse en cualquier dirección de la veleta, tal vez en el sentido de tu estómago, sobre tu cara o encima de tu espalda. Casual y asombrosamente la cabeza reposa en la almohada o no. Duermen sueltos, en cualquier ángulo, dueños de toda la cama aunque sea compartida. Respiran sin esfuerzo mientras reclaman sitio y expansión.

Se adaptan, acomodándose al espacio disponible pero sin limitarse. Moverse es su manera natural de descanso y raramente se caen de la cama.

Esta tendencia natural se va desaprendiendo y limitando. Es algo muy revelador porque a medida que crecemos, acartonándonos en movimiento también nos volvemos rígidos en pensamientos y creencias. Nos vamos domesticando como las pulgas.

Amaestrar pulgas es algo muy fácil, siempre que se tengan las pulgas ¡claro!. Así se expone el método: primero se meten los insectos en una botella y allí dentro saltan y saltan para intentar escapar. Al cabo de un tiempo más o menos largo y muchos intentos de fuga, las pulgas dejan de dar brincos. Entonces se puede destapar la botella en la que se encuentran porque ya no pretenderán huir.

Algo similar se hace con los elefantes en India. Cuando es pequeño se le pasa una cuerda por una pata y se le ata a un árbol. El cerebro registra ese hecho uniéndolo a que no puede ir a donde quiere. Así cuando crezca si alguien le sujeta una pata con cuerda, aunque esta esté unida a un taburete, el animal se mantendrá impotente como atado a un gran árbol.

¿Por qué ocurre esto? La razón está en la creencia de que no pueden hacerlo y si no se construye otra contraria, no lo vuelven a intentar. 


“No se puede”; “ No es posible”; “ Te va a salir mal”; “ No se hace así”; “Te vas a caer”; “Lo ves, te caíste” “No lo hagas”; “Pero…¿quien te crees que eres?”; “No lo vas a lograr”; “No lo haces bien” ; “No sirves para esto”; “Nadie lo hace así”,,,

Es posible que hayas sentido que una parte importante de ti está infrautilizada y tal vez en tu vida existe algún área que crees limitada, donde sueles tropezar repetidas veces en la misma piedra y te has resignado bajo el pensamiento de que los resultados serán siempre negativos.

Entonces se puede afirmar que una parte de ti, está domesticada por tu personal forma de ver las circunstancias y has olvidado que tu habilidad de movimiento o para el salto es formidable, más de lo que imaginas.

“Adelante”; “Comienza”; “Eres hábil”; “Inténtalo”; “Puede ser posible”; “ Nada pasa si te caes. Repítelo” “Confía en ti” “Un reto es aprendizaje! “Hazlo creíble”…

Ahora te invito a mirar esos aspectos que han limitado tu personalidad. Esos en los que, como la pulga, te has rendido y tu cerebro cree que no puede. Tal vez reconociendo cuáles son, puedas quitar el tapón de tus propias limitaciones y saltar fuera. ¡Atrévete!

 
Publicado en El Revistín. Avilés.
 
 
 
UN TIEMPO DE ESCUCHA CONSCIENTE

UN TIEMPO DE ESCUCHA CONSCIENTE

“Cuando te pido que me escuches
y tú empiezas a darme consejos,
no has hecho lo que te he pedido.

Cuando te pido que me escuches
y tú empiezas a decirme por qué no tendría que sentirme así,
no respetas mis sentimientos.

Cuando te pido que me escuches
y tú sientes el deber de hacer algo para resolver mi problema,
no respondes a mis necesidades.

¡Escúchame!
Todo lo que te pido es que me escuches,
no que hables ni que hagas, sólo que me escuches.

Aconsejar es fácil, pero yo no soy un incapaz.
Quizás esté desanimado o en dificultad,
pero no soy un inútil.

Cuando tú haces por mi
lo que yo mismo puedo hacer y no necesito,
no haces más que contribuir a mi necesidad;
pero cuando aceptas, simplemente,
que lo que siento me pertenece aunque sea irracional,
entonces no tengo que intentar hacértelo entender,
sino empezar a descubrir qué hay dentro de mí”.


Arnaldo Pangrazzi.

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DESDE LA ATENCIÓN, APARECE EL SENTIDO

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DESDE LA ATENCIÓN, APARECE EL SENTIDO

Todo a lo que prestamos atención crece y se magnifica.
Aquello a lo que miramos, nos regala información.
Hay universos escondidos tras el velo lo desconocido 
y también de lo común.

¿Conoces a la oropéndola dorada 
que aparece cuando el calor de la primavera 
pare a los insectos?
¿Te das cuenta que la belleza del jilguero 
le hace pasar su vida prisionero?
¿Sabes que los gritos del mochuelo 
se convierten en un sonido lastimero 
parecido al maullido de un gato?
¿Has oído hablar del diamante cebra 
que se usa como mascota?
 
El colibrí de capucha azul es símbolo 
de los dioses de la lluvia, del sol 
y la buena suerte.
Las ánades que viven cerca de los ríos 
pescan al amanecer y al anochecer, 
cuando su sombra desaparece.
El color del flamenco le viene de los alimentos que come.
El canto del martín pescador suena como dos piedras que se golpean 
y no parece saber hablar de otra manera.
El gorrión común no emigra, 
se queda en su barrio 
y come en el restaurante más cercano, 
sin embargo ya nadie le presta atención.
Hay cantos que suenan tristes 
y patas que se mueven tan rápido 
que se vuelven invisibles. 
¿Puede ser que tenga miedo?
 
¿No te parece que tiene gracia? 
En la cercanía, el conjunto cobra sentido.
Todo tiene su ser. Todo tiene su son.
 
 
 

ME VOY A MORIR Y TENGO MIEDO

ME VOY A MORIR Y TENGO MIEDO

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ME VOY A MORIR Y TENGO MIEDO

La cercanía de la muerte invita a vivir con el corazón abierto. Estar cerca del proceso permite aprender de la sabiduría que brota de la gran experiencia, cultivar la conexión de igual a igual y la mirada compasiva. Se explora la reactividad ante el momento observando los miedos propios y aquellos que nos son ajenos.

“…Creo que en el fondo mi miedo a la muerte es terror a la soledad. Me descubro así durante toda la vida, por eso, he sido tan complaciente. Evitaba decir “no”. Creía que así no tenían ninguna razón para abandonarme”.

Frases dichas ante la magnitud que supone la proximidad de la transcendencia y que lleva a la persona a niveles cada vez más profundos de transformación. Las respuestas de defensa ante el tránsito van de la negación a la aceptación pasando por la rabia, la depresión y la negociación. Esto son pasos de profunda comprensión y evolución de la consciencia.

 

Varios son los Varios son los temores asociados con la muerte. Cuando nos acercamos a ellos, los exploramos y les quitamos el velo de la incomodidad, van difuminándose.


* Miedo a sufrir
No sólo el dolor per se sino el sufrimiento ante fuerzas invisibles que invaliden a la persona y la amenaza a sentir humillación. Hay frases que lo manifiestan perfectamente: “No quiero dar que hacer”, “No quiero ser una carga”. Supone el sentirse víctima, no tener el control físico, ser alimentado o limpiado, dependiente de otros mientras se piensa que se está generando rabia en quienes lo hacen. Es la punzada de la vergüenza, la indefensión y la pérdida de orgullo.

* Miedo a lo desconocido El origen y base de todos los demás. Es la razón y la función de las religiones en las diferentes culturas:ofrecer una visión de lo que hay más allá del mundo físico. Una orientación sobre lo que nos espera después.

Para las personas que creen en el infierno, en posibles torturas eternas, en juicios, exámenes finales en los que se despliega toda la vida para aprobarla, suspenderla o liquidar cuentas con asuntos pendientes, supone mucho terror y culpabilidad. Prestar la Atención adecuada permite detectar estas creencias grabadas desde la más tierna infancia e incluso presentes desde antiguo en nuestro árbol familiar como sensación tan primordial, tal que el hambre o la sed.

* Miedo a la soledad
Estoy segura que nadie quiere tener que contestar a esta pregunta: ¿Me estoy muriendo? Por ello evitamos al moribundo y su espacio.
Morir es un proceso solitario que la persona, en su unicidad, emprende para terminar, aunque nadie muere solo. La muerte tiene mala prensa y se tiende a rehuir todo lo que la recuerda como si se transmitiera por contacto. Ante la presencia de la gran señora y última acompañante, las palabras desaparecen o se esconde la verdadera realidad.

* Miedo a lo inconcluso
Completar los objetivos vitales es algo que siempre dejamos para más adelante pero no sabemos cuándo puede abrazarnos el final y generalmente esa futura intención se convierte en un “nunca”. Por este motivo la sugerencia es arreglar lo que haya que arreglar mientras se pueda. Hay cuestiones personales muy importantes que al no ser realizadas aportan disgusto, rabia y frustración al miedo.“No puedo morirme ahora porque…”.

* Miedo por los demás
¿Qué les ocurrirá a quienes amo cuando ya no esté con ellos?
Lo que vaya a suceder a los seres queridos tanto en el aspecto emocional, económico o el impacto anímico puede provocar gran preocupación que evita la paz ante ese momento.

* Miedo a no ser
Nos enseñan a construir una personalidad basada en el ego, en lo material o profesional. Ello hace que la entrega del morir sea un gran obstáculo.
Cuanto más creamos que tenemos que perder, más endeble será la seguridad ante la muerte.

¿Qué es lo termina realmente?

 

¿Qué es lo que verdaderamente existe y permanece?

 

A los que hayan leído el artículo, asegurarles que tratar estos aspectos temibles es un medio excelente para comprender el ciclo de vida-muerte, lejos de la negación y la rabia con la que solemos mirar de manera destructiva el gran tabú. Cuando nos permitimos explorar dimensiones más amplias de nuestro ser, relajamos la vida y caminamos en el despliegue de la conciencia.

Tal vez dejemos atrás tesoros preciosos pero seguro que deseamos soltar el cansancio, un ritmo de vida estresante, relaciones desgastantes, obligaciones económicas o personales que nos oprimen y cambiarlas por dimensiones más amplias que nos protegen pero no ciegan.

Observar qué hay detrás o más allá del temor a la muerte sin culpa ni castigo es abrazar que, sea cuando fuere, ese es el momento adecuado para el cambio. Es amar la realidad de la impermanencia y la vida.

Amar es comprender.

 

Amar es aceptar.
 

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Artículo escrito para la colaboración con CredeSer: https://credeser.com/me-voy-morir-miedo/