Cada persona que habita en este planeta posee una naturaleza particular y podemos ser conscientes de ese plano esencial. Esto puede parecer novedoso pero únicamente revela la verdad de lo que tú eres y de lo que somos todos.

El mismo aliento de vida se manifiesta de manera diferente en todo ser humano. Cada uno tiene su propia esencia y presencia, ésta es diferente de la personalidad, la cual es en gran medida, ese escudo protector detrás del que se esconde y se protege. Tu esencia no es tu ego.

¿Cómo es tu propio espíritu? ¿Cómo podrías describir esa fuerza vital denominada tú? ¿Es tímido, apasionado, independiente, creativo? ¿En que área de tu vida te sientes mejor, más capaz? ¿Qué actividades te absorben hasta perder la noción del tiempo? ¿Qué es lo que te inspira?

Para saber qué alimenta tu espíritu has de reconocer qué experiencias, actividades y energías le dan fuerza, lo activan, lo fortalecen, haciéndote sentir completamente satisfecho con tu vida y a gusto en tu propia piel.

Yo disfruto con el silencio, la música tranquila, pararme a pensar, escribir, sentirme en soledad, no necesito demasiada acción para ser feliz. Mi espíritu ama la naturaleza, más la playa que la montaña, me revitaliza el aire del mar, la luz del sol, el calor, leer, enseñar, escuchar historias. Prefiero un paseo a hacer footing y el yoga a andar en bicicleta, un mercado dominguero a ir de tiendas, me gusta el olor de los perfumes, pero no demasiado las especias, prefiero las imágenes en cuadros que hacer fotografías, disfruto riéndome pero no lleno mi tiempo cantando. Me gustan las plantas, así que podría gozar en un jardín o en una huerta, eso es algo para descubrir, como otras cosas más.

Cuando eres sensible a las necesidades de tu espíritu y decides prestarle atención, las cosas empiezan a cobrar sentido y aparece la calma. Lamentablemente mucha gente admite disfrutar de pocos momentos de cuidado. Limitarse a seguir trabajando afanosamente, siguiendo la responsabilidad y el deber hace que se soporte la vida en lugar de vivirla.

Comienza por prestar atención a tu vida cotidiana para reconocer los momentos en los que te sientes a gusto y en paz con lo que haces.
¿Qué es lo que estás haciendo cuando te sientes bien? Céntrate en actividades que te den placer y satisfacción, Fíjate en esos momentos en los que te ríes, cuando estás libre de preocupaciones, y ligero.
Estas ocasiones en las que tu alma está inspirada (en espíritu). Si te escuchas y te ofreces lo que necesitas te sentirás con más tranquilidad y satisfacción.