En una lista de prioridades:  

Libro 20€= Caro
Pizza familiar 20€= Barato
Taller Desarrollo personal 50€= Caro
Salir de fiesta 50€= Barato.
Curso anual de aprendizaje 1000€ = Caro
Móvil tope gama 1000€= Barato
Dentista 100€ = Caro 
Pantalón moda con roturas 100€= Barato
40 minutos de deporte= No tengo tiempo
40 min de lectura= Estoy cansado
40 min de móvil= ¡Qué dices! ¡Eso es muy poco!

Sólo aprendemos con la experiencia, así es y añadiría yo, desde la honestidad. Honestidad para reconocer lo que hay debajo o detrás. Detrás del tener, debajo del hacer, donde está el sentir. Es ahí donde se encuentran las respuestas, si queremos encontrarlas, detrás del victimismo y debajo de la excusa. Utilizamos muchas justificaciones para alejarnos de lo que nos ayuda, caemos en la autonegligencia cuando más necesitamos arroparnos. No estoy libre, por supuesto. Lo he hecho y me descubro en ello, a pesar de practicar la atención y ser consciente de la trampa.


* Cuando, colocándome en un papel derrotista, veo la vida como un montón de catástrofes girando a mi alrededor, aparece la sensación de malestar y por supuesto la queja. Entonces alguien se acerca con una posible alternativa y automáticamente:

-¡Uf, qué va! Yo no tengo tiempo para eso. 

¿Realmente es así? Si buceo en la respuesta tal vez encuentro la honesta realidad de no concederme el tiempo necesario para lo que realmente me sirve, me ayuda o me aporta. Ser una víctima es muy cómodo porque evita mi responsabilidad de poder hacer algo al respecto. Cuando de manera sincera conmigo, me priorizo y planteo mejorar la situación, siempre aparece el tiempo necesario, tal vez no la totalidad pero sí el suficiente para revertir esa desesperanza. Si pongo mi bienestar en zona preferente, la agenda se flexibiliza, las horas se alargan o aparece la persona adecuada que facilita el camino.

Así es y aquí incluyo poner como disculpa a mi familia, regalándoles generosamente esa culpa por tener que dedicarme a ellos. Desde mi opción personal sé que yo elijo ocuparme de ellos o escojo dedicarme a mí pero siempre tomando la responsabilidad. Conozco la necesidad de priorizarme para dar calidad a mis cuidados porque no es posible amar desde la carencia.

* Cuando me empeño en ser superior al tiempo y me invade la autoexigencia: 

– ¡Todo lo tengo que hacer yo!. 

Un lamento que me conecta directamente con el empeño en no pedir ayuda y con quitarles poder a quienes pueden hacer perfectamente las mismas funciones. María Montessori decía que hacer por alguien aquello de lo que él mismo es capaz, significa limitar su crecimiento. Nada más lejos de mí intención que impedir cualquier desarrollo así que, como un navegador, me re-oriento.

* Cuando utilizo la excusa entre las excusas: 

-¡No tengo dinero! ¡Es demasiado caro!
Tal vez podría añadir: …para emplearlo en mí. Tengo la seguridad de poder prescindir de la gran mayoría de cosas  que veo a mi alrededor y también sé que es importante invertir en crecer por dentro. Ante este argumento del ego me cuestiono: ¿Cuánto vale lo verdaderamente significativo para mi persona? 


Lo que quiero decir cuando alguno de estos pretextos, u otros parecidos, salen por mi boca es que alinear lo que siento, pienso, digo y hago requiere ampliar mi mirada para descubrir la claridad, integridad y compromiso conmigo misma.

Así es.