Yo he sentido esa sensación de estar donde no tenía que estar, de no haber llegado todavía, de perderme algo, creer que el otro lado era mejor, que la vida me arrastraba mientras yo no tenía control, aunque pensaba que controlaba y que abordar los problemas era hacer algo.
No tenía tiempo para “esas cosas” que parecía podían aportar algo de bienestar, porque, por supuesto, yo estaba haciendo cosas más importantes, estaba más ocupada que cualquier otra persona y no podía permitírmelo.
Sufrir achaques y dolores físicos, tener la mente desbocada, estar siempre en la queja absoluta, con el enfado permanente o sintiendo la amenaza constante de la vida no es, en la mayoría de los casos, suficiente para pensar en esas alternativas diferentes.
No tener tiempo para “esas cosas” supone seguir en la prisa, la inquietud y el agobio. Y ocurre que es más una cuestión mental que una situación real. Cuando la mente está inquieta, agitada y nerviosa, con prisa por hacer las mil tareas y solucionar otras tantas preocupaciones, el tiempo se contrae y reduce a una mínima expresión. En cambio, con la calma y permitiendo un espacio entre los pensamientos, parece expandirse.
He dejado marchar al Conejo Blanco para entender cómo funciona la mente y el pensamiento, habitar la emoción, conectarme con el cuerpo y sentir la respiración. “Esas cosas” son las que me importan porque a partir de ahí todo lo que me rodea mejora y se expande. He abandonado la tensión constante que me empujaba y practico la calma, la claridad de pensamiento y la presencia en la vida,
La vida es la suma de los instantes, y…¿se viven?, ¿o quedan atrapados en el continuo pensamiento o la acción?
Y tú ¿te sientes como el Conejo de Alicia en el país de las Maravillas?, ¿vives siempre en la prisa?, ¿sientes amenaza ante cualquier cambio en la vida?, ¿estás en alerta?, ¿padeces preocupación constante?, te preguntas ¿cómo estoy viviendo?
Quién busca con honestidad, siempre tiene tiempo para obtener respuesta.
Desde el amor.