Aún cuando comas lo mejor del mundo, sigas una rutina saludable y hagas ejercicio (que por supuesto esto es lo aconsejable), el corazón y su estado es el que determina tu salud.
Las emociones, las sensaciones y las creencias profundas están albergadas en el corazón. En él se aloja también el miedo en sus muchas formas, el estrés, la preocupación constante y desproporcionada, el enfado, el resentimiento, la negatividad…todo ello afecta al sistema inmunológico elevando los niveles de adrenalina y transformando en tóxico nuestro medio. 
La gente que siente su corazón contento, enferma menos, se recupera antes, vive más tiempo y más realizada. ¿Tú lo sientes? 
La mayoría de las veces, condicionamos la alegría del corazón a circunstancias externas que “deberían suceder”, sueños, metas o tener cosas que deseamos. ¿Y qué pasa cuando se consiguen?, Cuando obtienes algo que realmente quieres, ¿cuánto tiempo se mantiene ese estado de logro?. Primero es fantástico pero todo se convierte en normal y aparece algo nuevo que perseguir y que vuelve a condicionar el ansiado bienestar del corazón. 
Somos adictos a la negatividad y al miedo y necesitamos grandes dosis y cada vez mayores de entusiasmo para poder vencer esa adicción. La norma es sentirse amargado por el pasado o atemorizado por el futuro, creyendo que las circunstancias son las causantes de nuestra propia opresión. El miedo es nocivo para nuestro corazón y nos aleja de una lógica relación, de la armonía en el sistema nervioso y en el ritmo cardiaco. Cuando vivimos en coherencia también lo hacemos con más claridad mental y mayor capacidad para tomar mejores decisiones.
Vivir con salud es vivir desde el corazón apoyados por el intelecto. 
Siempre, siempre desde el amor.