LA MULTA

La multa

La auto-observación es lo que tiene, siempre estás ahí para mirarte. Mirar hacia fuera y hacia dentro. 

Me pusieron una multa. Algo que suele ocurrir cuando aparcas el coche donde no se debe dejar. Da igual que no estorbe a nadie y da igual que fuera por un momentito. Un eficaz agente (que en ese momento no me parecía nada encantador), cumpliendo sus funciones, me entregó el papelito con la sanción. Y hasta aquí la escena exterior. Ahora puedo entrar en el escenario interior, donde solo estoy yo. Donde solo yo puedo sentir la rabia y el enfado. Donde solo yo puedo escuchar lo que me digo. En ese espacio interno es donde puedo elegir cómo tratarme. Puedo ser mi mejor amiga, comprensiva y amorosa o ser mi peor enemiga y flagelarme emocionalmente durante esa jornada o alguna más. 

Mindfulness es un acto de compasión y amabilidad, es una forma de aprender a tratarse amorosamente y con respeto. La práctica va haciendo que esta actitud cale profundamente y crea la posibilidad de relacionarnos con los demás del mismo modo. 

Basta practicar con lo que ocurre a diario, considerar la posibilidad de ser amables con nosotros mismos, sin importar lo que sintamos y pensemos. Esto no tiene nada que ver con la negación o la justificación de lo desagradable (como la multa), sino con acogernos, acompañarnos suavemente cuando afrontamos los aspectos más ásperos y difíciles de la vida. 

Elijo ser mi mejor amiga. 

Un día para la muerte. La muerte, cada día.

Un día para la muerte. La muerte, cada día.

Oportunidad de Crecer

Hace unas semanas me comunicaron la muerte de una compañera. Había compartido con ella cuestiones importantes sobre educación, hijos, familia, emociones, salud…lo divino y lo humano. Su muerte me llenó de tristeza recordándome mis propias pérdidas personales.

Cada noticia de un fallecimiento muestra la realidad de nuestro propio fin. Sabemos que llegará ese punto final y aún así la noticia siempre sorprende.

Cuando es una persona muy cercana, muy querida, hay una sensación de incredulidad, como si no pudiera ser posible. El impacto repercute como un eco que nos acompaña con un sonido cavernoso, amplio, cerrado y vacío.

El tema de la muerte es un tabú que, sin embargo, normaliza en la existencia. Parece que queremos borrar la imagen de lo que sabemos que tarde o temprano llega.

Huimos de sus pensamientos rápidamente, perseguidos por la certeza de que el río fluye hacia delante y siempre desemboca en el mar, se funde con él. No querer afrontar a la muerte como pareja de vida, evadirse y no mirar a esta compañera de viaje, nos paraliza y aleja de un gran aprendizaje: “saber soltar”.

La sabiduría perenne de todos los tiempos ha intuido el hecho de que afrontar la muerte nos hace llevar una vida con sentido. Krishnamurti decía que el verdadero temor es, en realidad, a la vida.  Porque para encontrarle un sentido a la muerte, para aceptar y entregarnos al tránsito final desde la aceptación, antes hay que encontrarle un significado a la vida. Y ese es el verdadero temor.

Hay una necesidad exclusivamente humana de sentir que no hacemos este camino para nada. Hay algo que nos empuja a comprender profundamente nuestro comienzo unido al final. Las inevitables pérdidas que afrontamos, nos lo presentan en el recorrido para que lo mantengamos reprimido en la oscuridad o le demos sentido.

¿Tal vez algo más grande nos transciende y nos abraza? ¿ Quizá sólo dejando atrás la mente intelectual podremos comprender algo más? ¿Tal vez el dolor de las pérdidas tiene su función?

En cada duelo, en cada mirar a la muerte, hay un tiempo en que progresivamente nos alejamos de ese ser perdido. Desde ese lacerante dolor entramos en la apertura del corazón, maduramos, obtenemos nuevos recursos para renacer a la vida de manera diferente.

Negar una cara de la existencia, negar la muerte, es asegurarnos el sufrimiento. El camino para mitigarlo es acercarnos al dolor como algo natural de nuestra realidad. Así cuando aparece el dolor de la pérdida, a pesar de sentirlo eterno, lo abrazamos confiando en que se serena. De esta manera, el dolor cumple su función.

Si observamos la vida como un viaje de experiencias, una gran oportunidad de probar lo intenso del dolor y lo apasionado del placer, entonces podemos comprender quienes somos en realidad. El dolor de cada pérdida nos invita a mirar hacia dentro, a soltar la identificación con las acciones, objetos y personas que nos rodean. En la medida que soltamos esa identidad superficial, ese dni de nuestro personaje, podemos encontrar la esencia inamovible que no se puede dañar.

Gracias al amor, de quienes primero que yo se han marchado, puedo ver en cada pérdida una oportunidad para crecer. Puedo sentir el dolor al mismo tiempo que confianza y calma profundas. Esto lo da la comprensión transpersonal, la realidad de que todo es impermanente excepto la esencia que nunca cambia.

Somos esencia.

Un corazón de sentimientos. ¿Y que dice la ciencia?

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Un corazón con sentimientos

Nos llevamos la mano al pecho para jurar, el miedo nos encoge el corazón, la tristeza nos lo parte y la alegría nos lo llena. Alguien con un corazón de oro es una persona buena, a los avisos intuitivos se les llama corazonadas y declaramos el amor con todo nuestro corazón. ¿Refranes sin sentido, costumbres, sabiduría popular? ¿Tal vez, casualidad?

La manía de que únicamente lo que vemos con los ojos existe, se resiste a admitir otras realidades. Personas sanas sufren paradas cardíacas y fallecen poco tiempo después del estrés sufrido por la pérdida de su pareja. Ayer se llamaba casualidad, hoy se reconoce como el El síndrome del corazón roto y se ha probado en los estudios de Facultades Universitarias: la muerte de uno parece precipitar la del otro.

En el Principito, la novela de Saint Exupéry, el zorro regala una confidencia:

– “He aquí mi secreto, que no puede ser más simple: sólo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible para los ojos”.

– “Lo esencial es invisible para los ojos” —repitió el principito para acordarse.

El hombre de hojalata, en el Mago de Oz, buscaba desesperadamente un corazón para amar, sentir y vivir. Al espantapájaros, que pedía un cerebro, le decía: – “Ser inteligente no te hace feliz y la felicidad es la mejor cosa del mundo”.

Que es el corazón para la ciencia

Como sucede a menudo, la ciencia confirma lo que la humanidad sabe desde su comienzo. Hay una conexión corazón-cerebro con gran poder transformador. Un línea de investigación, la neurocardiología, indica que el corazón posee un forma de inteligencia diferente al cerebro, con mucha más influencia en nuestra vida de la que podemos imaginar o nos permitimos reconocer.

La razón del cerebro tiende a separar y analizar las partes, mientras que el corazón busca la síntesis. Ambas inteligencias se complementan en un baile sutil y parece que el binomio es dirigido por el órgano del amor. Es por tanto inteligente conectarse a lo sensible para adquirir un buen vivir.

Podemos pensar con el corazón y la ciencia apunta a que esto es fundamental para el ser humano. La biología molecular dice que el órgano rojo que impulsa la sangre es la glándula más importante del cuerpo y da respuesta a nuestra experiencia en el mundo produciendo y liberando hormonas que afectan a todas las funciones.

Un alto porcentaje de las células cardiacas (más de 60%) son células neuronales, no musculares como se creía, idénticas a las células nerviosas del cerebro. El corazón comienza a latir en el feto, antes que se forme el cerebro y no se sabe exactamente qué es lo que inicia su comienzo. El ritmo pulsante del corazón se genera desde él mismo y no necesita estar conectado al cerebro para latir.

No somos los únicos seres vivos capaces de organizarse en sociedades, de resolver problemas, de utilizar herramientas o de comunicarse. Creo firmemente que a poco que se observe, se ven carencias evidentes en esto que acabo de enumerar como atributos merecidos.

Es necesario ampliar el concepto de inteligencia porque algunos aspectos son…carentes de toda lucidez. Visto lo visto y leído lo anterior, podemos recalcular el objetivo de la inteligencia para rescatarla del reducto cerebral, sacarla de lo puramente racional e incluir nuevos componentes y perspectivas. Porque el éxito profesional o social no significa buenas relaciones personales, ni equilibrio en lo afectivo.

Cuando se ve la inteligencia como un conjunto de capacidades que se relacionan entre sí para dirigir nuestros pensamientos, emociones y acciones.

Cuando se entiende la inteligencia como creatividad a la hora de encontrar soluciones útiles y eficaces, entonces el concepto incluye lo intelectual, emocional, espiritual, social y también lo cultural. La comprensión de la inteligencia pasa por integrar lo lógico con lo no tan evidente e incluso sorprendente.

La comunidad científica ha ido subiendo por los peldaños desde la inteligencia simple, a la triple, distribuida, pasando por la emocional y la múltiple, dando cada vez más relevancia a todo lo que aporta el corazón. Manejo de las emociones, habilidades sociales, creatividad, motivación o sentido del humor se admiten ya como inteligencia.

Esto tiene mucho que ver con este órgano como gobernante porque genera un campo de ondas (esto es calor, presión, sonido, luz, señales eléctricas, magnéticas y electromagnéticas) ¡cien veces mayor que el del cerebro! y que reciben todas las células del cuerpo. Las señales que emite son fundamentales para el funcionamiento global del organismo y además guarda memoria de corto y medio plazo que nos permite tomar decisiones prácticas y rápidas sin necesidad de la intervención cerebral.

El corazón influye en nuestra percepción de la realidad y en la relación que tenemos con la vida. Cuando usamos la sabiduría del corazón todo se armoniza y funciona correctamente porque es una inteligencia superior que se activa a través de las emociones expansivas. Como el zorro del Principito te cuento un secreto: Cultivando las cualidades del corazón, la vida se llena de satisfacción y bienestar: apertura hacia otras personas, escucha amable, paciencia, cooperación, aceptación de las diferencias, coraje… Amor.

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En el espacio entre nacimiento y muerte todo es relación. Nos relacionamos con la salud, con el dinero, con la comida, con el trabajo, con la abundancia, con la muerte, con la vida, con los otros. Todo es en sí mismo relación dual, sea lo que sea o quien sea qué esté al otro lado. Somos una especie que necesitamos del semejante y hacemos lo que podemos para sentir el cálido aliento humano que dulcifique nuestro viaje. Nadie está tan sólo como pueda parecer. 
¿A cuántas personas se puede conocer en una vida?
 


Uno de los mayores indicadores de bienestar es la calidad de nuestros vínculos y de las relaciones significativas. Familia, pareja, amigos íntimos, compañeros laborales, colegas…y todas esas personas que se cruzan con nuestra mirada para compartirla, quizá en espacios de tiempo más pequeños pero con su intensidad nos acompañan recorriendo juntos un tramo del camino. 

Todos deseamos relaciones que nos nutran, abonen lo interesante, nos aporten paz y equilibrio, sin embargo es en la pareja donde encontramos el mayor reflejo, con todas sus cualidades y las muchas sombras escondidas. La pareja supone el vínculo nuclear por excelencia.
Cuando un alma afín aparece respondiendo a nuestra demanda interna sólo podremos sostener la estabilidad en el par si hay una buen auto-aprecio previo.
Esto no es una fórmula mágica, ni receta magistral que genere instantáneamente una relación plena, amable y consciente “con uno mismo”, sino que supone un proceso de apertura del corazón en el que logramos transformarnos en la persona que desearíamos como pareja.
En el momento que conseguimos mostrarnos con las cualidades, dones y expresando las fortalezas de esa persona admirable que nuestra mente imagina…justo en ese instante la vida ofrece las sincronías que dan paso a un camino sin regreso. 

Absolutamente nadie puede regalarnos felicidad, ni solventar lo que es asunto de nuestra propia competencia y responsabilidad. Si esperamos llenar un vacío personal con la presencia de quien asegura o creemos que puede cubrir nuestras carencias, atraeremos parejas que, en esa misma escala, ponen su propio poder fuera de sí mismas.
Sea lo que fuere y cómo ocurriere, todo tiene sentido visto desde la totalidad, con una mirada transpersonal y supone un peldaño en el proceso de nuestra consciencia hacia la amplitud de la Conciencia.

No hay pareja ideal, cada quien tiene la relación que se ajusta y es interesante para sus particulares circunstancias. El inicio idóneo para emprender lazos saludables comienza por admitir, reconocer y aceptar el propio inventario de sombras.
Habernos reconocido en quienes nos llevan a la rabia o nos hacen enfadar e identificar las heridas que traemos de serie. Después de comprender e integrar estas “incorrecciones”, se abre el corazón para poder cuidar de nuestros vínculos. Cuando así hacemos; cuando a través del sendero del autodescubrimiento ponemos sobre el tapete los patrones internos, se cruzará con nosotros quien también haya madurado y quiera encontrar el mismo resultado. 

Si necesitamos amor y ser amados tenemos que crearlo, cultivarlo y expresarlo cada día porque, en realidad, la pareja es un espejo que refleja la realidad interior.
Esa que es sustentada en gran parte por las experiencias emocionales que hemos registrado durante la época infantil. En las relaciones, cuando surgen conflictos, emergen con ellos los sentimientos dolorosos de resentimiento, odio, desprecio, rencor, rabia. Aspectos en los que estamos atrapados por algún tipo de complicación, desorden o dificultad, anterior en el tiempo, y no resuelta en su momento.
Cuando iluminamos con el foco de la consciencia y el amor cualquier circunstancia devastadora para la relación, terminamos comprendiendo que el verdadero rival no está en la persona que nos irrita sino que se encuentra dentro y es, únicamente, corrigiendo esta perspectiva que la lucha desaparece. 

Debajo de las máscaras que nos recubren, en este juego de formas que es la vida, los demás no son tales, sino iguales en esencia. Conquistados por esta sencilla verdad, conectamos fácilmente con el resto de los corazones y es entonces cuando nace la auténtica compasión y la confianza.
El cambio en las relaciones, sean cuales sean, viene de un cambio en el corazón. Algo interno, personal, profundo y silente que, de uno en uno y desde dentro hacia fuera, va extendiendo nuestro íntimo círculo amable y compasivo. Amarnos a nosotros mismos para amar más allá. Para amar el todo. 

Tenemos una asombrosa aptitud para el amor y ese es el autentico poder como seres humanos. Si tomamos consciencia de esto y hacemos algo con ello; si nos damos cuenta de nuestra verdadera capacidad y pasamos a la acción, entonces se expandirá la conciencia. La pareja y la relación dentro de ella es un excelente escenario donde observarnos, conectar con el corazón, darnos, aprender, crecer, madurar y amar. 

Amar es comprender-nos. 
Amar es aceptar-nos.

Motivador

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Motivador

La sombra de las novelas románticas y de los cuentos infantiles sobrevuela los comienzos de las creencias sobre el amor, llevando a muchas personas desde una pretendida felicidad a un sufrimiento irreversible.

La costumbre, la sociedad, el sistema nos vende algo idealizado que compramos sin hacer una revisión. Necesitamos pertenecer, estar en contacto y sentirnos amorosamente unidos a otras personas porque somos mamíferos buscando calor. El amor nos mueve.

Las relaciones afectivas ocupan una importantísima parcela en todas las vidas. Pueden ser origen de nutrición y crecimiento o de dolor y desencanto al mantener patrones no deseados. Cuando un bebé nace si se coloca encima del vientre materno, de manera instintiva, se arrastra hasta el pecho materno. El aroma del amor lo mueve. En la teta de su mami tiene lo que necesita: amor, calor, alimento, contacto, comunicación, seguridad. Lo tiene todo ahí. Mamá es su Universo en ese momento y durante muchísimos momentos más, porque esas dos personas independientes forman una perfecta simbiosis de Ser.

La poca comprensión de la sensibilidad humana y la limitada visión de lo que es dar y recibir contribuye a crear un daño en lugar de un precioso regalo de bienvenida para quien llega a la vida. Si yo, como bebé, miro a mi mamá, siento la verdadera conexión amorosa con ella.

Logro reconocerme en ese espacio nuestro que es el apego, la seguridad y el merecimiento de todo lo que necesito. Sé que es posible porque lo estoy sintiendo en mí y me da calma.

Mi esencia comprende e integra que la felicidad es una sensación de unión. Es algo intangible e imborrable lo que la lactancia materna, la piel con piel y otras experiencias posteriores aportan, como semilla, para lograr unas relaciones ricas, fértiles, armoniosas, cooperativas y amorosas.

Es en el seno de nuestra familia de origen donde establecemos los vínculos emocionales iniciales y desarrollamos un tipo de apego u otro dependiendo de estas primeras experiencias. El patrón de apego tiende a ser repetido en las relaciones de afecto posteriores.

Es algo que en Mindfulness lo vemos cada poco. En la teorías e investigaciones sobre el apego se revela la importancia de los vínculos entre el niño y sus padres.

Esto supone afecto y disponibilidad de los progenitores, que harán que el niño se sienta seguro y es clave para el desarrollo de una sana personalidad. El apego que los adultos establecemos con nuestras parejas lleva la marca de agua de lo que existió en nuestra infancia. Aunque, por supuesto, el tiempo y las experiencias van moviendo el timón.

No es ninguna tontería teórica absurda porque evolutivamente la seguridad conlleva supervivencia. Cuando se está cerca de una figura que es significativa para nosotros, nuestros seres queridos, el cerebro activa un mecanismo biológico específico que conlleva emociones que nos aportan seguridad y protección. No tener pareja, familia, clan, significaba la muerte en otras épocas. Por lo que el sistema de apego era una absoluta prioridad para la vida y la supervivencia como especie.

Hay tres maneras de percibir la intimidad y de responder dentro de la pareja.
• Desde el apego seguro, las personas se sienten a gusto en situaciones de cercanía, contacto y suelen ser cálidas y cariñosas. Los padres se mostraban sensibles, accesibles y atentos.
• Desde el apego ansioso, se anhela la intimidad pero se obsesionan con sus relaciones y dudan de la capacidad de la pareja para compensar su amor. La atención era esporádica o intermitente.
• Desde el apego evasivo, se equipara la intimidad con la pérdida de la independencia y continuamente tratan de evitar el acercamiento. El caldo de cultivo fue la rigidez, el desapego y distancia. 

Por supuesto esto no es una proporcionalidad directa y es muy simplista dibujar una línea recta entre padres sensibles y amorosos con adultos seguros y llenos de confianza.

Hay otros muchos factores que afectan e incluso se puede visitar distintos apegos en diferentes momentos vitales. Sin embargo es una variable que influye en gran medida en la construcción individual.
Las personas con apego evasivo suelen estar sin pareja frecuentemente. El estilo seguro suele tener una pareja con la que se siente bien. Las personas de apego ansioso, prefieren formar parte de una relación infeliz y aburrida que estar en soledad, con miedo y sin pareja.

Si tu estilo es evasivo pero encuentras una pareja segura, entonces pronto entra el aburrimiento porque no se activa la conquista. Si eres un estilo ansioso puede que confundas la calma con la falta de atracción. Cuando reconocemos nuestros estilos, podemos decidir conscientemente darnos algo más de tiempo para apreciar la seguridad de un estilo de apego apacible y sano.

 

Está demostrado que las personas se vuelven más seguras cuando están satisfechas en una relación con una persona de apego seguro. Porque cuando no gastamos la energía en crisis emocionales podemos orientar nuestro combustible vital del día a día, en creatividad, autocuidado, profesión, planes…bienestar.

Hay muchas relaciones que se han formado desde el miedo. Un miedo que se oculta atándose a otra persona. Ante la amenaza de la soledad y el temor creamos una venda para no ver la realidad, tal cual. La pareja no es camino fácil pero es un gran aprendizaje para responsabilizarse de los sentimientos propios. Comprender sobre el miedo, el control, la manipulación y permitir que cada parte enfrente sus propios demonios y los atraviese si quiere crecer.

Amar es más amplio que querer 

Amar es aceptar y permitir ser.