Felicidades para ti. Enhorabuena para mí.

Sigo aprendiendo mientras gano en madurez y en observación. Estar en contacto con la infancia es acercarse a la curiosidad y la sorpresa, eso que parece haberse dormido en el adulto pero que se despierta por el contagio, si lo permitimos.  Cuando le presto atención a la creatividad infantil, a cómo se perciben cercanos e iguales, a la facilidad que tienen para aceptarse y a su ilusión, me cuestiono bastante la idoneidad del adulto como evolución. 
 
Escucho decir con frecuencia que la vida no es justa. Efectivamente, la vida no se basa en la justicia, ni a quien favorece. Cosmos significa armonía y eso es hacia lo que tienden los organismos como sistemas, hacia el equilibrio. Una celebración infantil, como el cumpleaños de una de mis hijas, es buen momento para ver como las diferencias entre los niños y niñas se armonizan, se acompasan y dan respuestas a las necesidades del todo que forman; alejándose mucho, aunque no lo parezca, del caos. 
 
Los ojos infantiles miran desde la sencillez, hacen que las cosas sean fáciles porque no se rigen por la razón sino por la emoción de una manera limpia. Por eso el resentimiento no es producto infantil porque el enfado o la rabia llegan y más temprano que tarde desaparecen, sin cocerse ni requemarse.
 
Los grupos de gente menuda son representación de la realidad social adulta pero con más inteligencia emocional. No se dejan llevar fácilmente por lo que dicen los demás, se hacen amigos sin esfuerzo y sin importar el idioma; desanimarse es un verbo casi desconocido porque siempre hay alguien que incita a probar otra opción; aprenden con el error lo que les conviene hacer y sobre todo, aprovechan cualquier oportunidad para lucir su ingenio. ¿Qué es una caja de cartón para ellos o la arena, piedras, barro…? Puede ser cualquier cosa. ¡Cualquiera!
 
Cuando los niños y niñas aprenden, les gusta compartir lo que saben. A los de más edad les encanta mostrar sus destrezas y cómo las hacen, mientras que los menores observan con mucho interés. No hay soberbia, sólo generosidad por una parte y afán por otra. Nadie se siente amenazado por el saber ajeno porque supone una fuente de la que beber. Son grandes maestros unos de otros, que se respetan. Es admirable.
 
Una celebración de cumpleaños que me ha permitido nuevamente ver como cada carácter aporta, siempre para enriquecer. Algunos planifican, otros toman las decisiones, los hay que son más intuitivos y se equilibran con quienes aportan reflexión. Unos contribuyen con fuerza y  energía, otros con calma y resistencia a la presión. Algunos con la alegría porque les gusta que todo vaya bien. Hay quienes prestan mucha atención al detalle y aquellos que dan soluciones acertadas desde la abstracción. Entre ellos expresan sus necesidades, desde lo que son, sin dobleces. Son capaces de unir intereses y también saberse independientes. 
 
Forman un grupo de únicos e irrepetibles. Cada uno aportando, desde esa unicidad, abundancia de fortalezas porque nadie se siente especial. 
 
Cuánto tenemos “los crecidos” que aprender, con la ventaja de saber dónde podemos encontrar la solución. Ese niño/a nunca se ha ido, no se marchó, únicamente lo hemos revestido de una, cada vez más gruesa, coraza. 
 
Felicidades Daniela, mi amor. Para que crezcas por fuera, alimentando lo de dentro.