Incertidumbre y preocupación acompañan la alarma que estos días. El estrés aumenta la adrenalina, el cortisol y disminuye los glóbulos blancos, que realmente son los que nos defienden de posibles infecciones. El miedo aumenta el riesgo de contraer enfermedades.
La situación es la que es, así que la alarma no soluciona nada. En la medida de lo posible, encuentra la calma, el silencio y conecta de manera consciente con la responsabilidad hacia ti.
La información puede ser tóxica. Hay una gran diferencia entre mantenerse informado y estar intoxicado. Observa como te sientes ante tanta noticia alarmista. No se trata de blindarse a la realidad, sino decidir cuando es suficiente, porque nos está afectando.
La mente se satura con el problema, la preocupación y la queja. Aparece entonces la angustia mental y la tensión física. Quizá es buen momento para abrir un espacio para algo nuevo que te beneficie. Prestarte Atención, cuidar tus pensamientos, fortalecerte por dentro. Es tu interioridad la que está conectada al sistema inmunitario y una pequeña práctica diaria favorece tus defensas. El Mindfulness Transpersonal es un camino hacia el bienestar que comienza con un primer paso.
Te invito a esta práctica. Unos minutos de regalo para tus defensas.
Hace unas semanas me comunicaron la muerte de una compañera. Había compartido con ella cuestiones importantes sobre educación, hijos, familia, emociones, salud…lo divino y lo humano. Su muerte me llenó de tristeza recordándome mis propias pérdidas personales.
Cada noticia de un fallecimiento muestra la realidad de nuestro propio fin. Sabemos que llegará ese punto final y aún así la noticia siempre sorprende.
Cuando es una persona muy cercana, muy querida, hay una sensación de incredulidad, como si no pudiera ser posible. El impacto repercute como un eco que nos acompaña con un sonido cavernoso, amplio, cerrado y vacío.
El tema de la muerte es un tabú que, sin embargo, normaliza en la existencia. Parece que queremos borrar la imagen de lo que sabemos que tarde o temprano llega.
Huimos de sus pensamientos rápidamente, perseguidos por la certeza de que el río fluye hacia delante y siempre desemboca en el mar, se funde con él. No querer afrontar a la muerte como pareja de vida, evadirse y no mirar a esta compañera de viaje, nos paraliza y aleja de un gran aprendizaje: “saber soltar”.
La sabiduría perenne de todos los tiempos ha intuido el hecho de que afrontar la muerte nos hace llevar una vida con sentido. Krishnamurti decía que el verdadero temor es, en realidad, a la vida. Porque para encontrarle un sentido a la muerte, para aceptar y entregarnos al tránsito final desde la aceptación, antes hay que encontrarle un significado a la vida. Y ese es el verdadero temor.
Hay una necesidad exclusivamente humana de sentir que no hacemos este camino para nada. Hay algo que nos empuja a comprender profundamente nuestro comienzo unido al final. Las inevitables pérdidas que afrontamos, nos lo presentan en el recorrido para que lo mantengamos reprimido en la oscuridad o le demos sentido.
¿Tal vez algo más grande nos transciende y nos abraza? ¿ Quizá sólo dejando atrás la mente intelectual podremos comprender algo más? ¿Tal vez el dolor de las pérdidas tiene su función?
En cada duelo, en cada mirar a la muerte, hay un tiempo en que progresivamente nos alejamos de ese ser perdido. Desde ese lacerante dolor entramos en la apertura del corazón, maduramos, obtenemos nuevos recursos para renacer a la vida de manera diferente.
Negar una cara de la existencia, negar la muerte, es asegurarnos el sufrimiento. El camino para mitigarlo es acercarnos al dolor como algo natural de nuestra realidad. Así cuando aparece el dolor de la pérdida, a pesar de sentirlo eterno, lo abrazamos confiando en que se serena. De esta manera, el dolor cumple su función.
Si observamos la vida como un viaje de experiencias, una gran oportunidad de probar lo intenso del dolor y lo apasionado del placer, entonces podemos comprender quienes somos en realidad. El dolor de cada pérdida nos invita a mirar hacia dentro, a soltar la identificación con las acciones, objetos y personas que nos rodean. En la medida que soltamos esa identidad superficial, ese dni de nuestro personaje, podemos encontrar la esencia inamovible que no se puede dañar.
Gracias al amor, de quienes primero que yo se han marchado, puedo ver en cada pérdida una oportunidad para crecer. Puedo sentir el dolor al mismo tiempo que confianza y calma profundas. Esto lo da la comprensión transpersonal, la realidad de que todo es impermanente excepto la esencia que nunca cambia.