Gracias a la investigación científica, el midfulness está comenzando a llegar a algunas de las personas que más lo necesitan. En Estados Unidos se enseña en muchos hospitales a pacientes con muy distintos padecimientos que van desde la ansiedad, el cansancio o el dolor de espalda, hasta enfermedades del corazón, sida y cáncer. 

En el Reino Unido, el Gobierno lo ha recomendado como tratamiento para personas que han experimentado repetidamente episodios depresivos. Los médicos cada vez están más convencidos de su utilidad y se han establecido programas para que llegue a las personas con adicciones, a mujeres embarazadas, a escolares y a parejas que desean tener relaciones más satisfactorias. 

Muchos científicos, animados por los resultados producidos hasta ahora, se están introduciendo en este terreno y dado que la Atención Plena es una forma tan útil de abordar el estrés se puede aplicar a toda una variedad de contextos. Al fin y al cabo el estrés se encuentra en todas partes. 

El estrés pertenece al clan del miedo. Un clan que empaña todo con su “algo puede pasar o algo que ya pasó puede repetirse” y que se encuentra en todas partes. Desde las cotidianas demandas del hogar, la familia y el trabajo hasta las enfermedades. Desde las dificultades personales hasta los conflictos internacionales como la guerra o temas globales como el cambio climático. El estrés hace que la situación empeore.

El mindfulness puede ayudar a gestionarnos mejor y su enfoque empieza a ser conocido y respetado por los profesionales de la salud, pero hay un gran número de personas que sufren ansiedad, depresión y mala salud crónica, escuelas, familias, empresas, dónde aún no son conscientes de cómo el mindfulness puede ayudarles.

Mindfulness es una actitud de calidez, amistad y compasión que lo impregna todo porque es afirmarse en la vida con todo el corazón.

Wally lo descubrió y su búsqueda se terminó.