¿Quieres Bailar?

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¿Quieres bailar?

Nos perdemos muchos momentos de la vida por estar con la cabeza en otro sitio, tal vez pensando en lo que deberíamos haber hecho o viendo realizadas las innumerables amenazas de un futuro incierto. Podemos ser nuestros jefes más estrictos, nos juzgamos constantemente y pasamos muchas horas extras rumiando sobre lo qué pasaría si hubiéramos actuado distinto o qué ocurrirá si tomamos una futurible alternativa y no la otra. No recordamos dónde hemos dejado el coche aparcado, si hemos cerrado la puerta de casa o qué hemos comido. Estamos distraídos cuando nuestros hijos nos hablan y generalmente consideramos que nos faltan cosas para poder ser felices. 

Siempre hay una pieza que necesitaríamos para llenar el puzzle del bienestar: salud, tiempo, paz, dinero, éxito, propiedades, ayuda, satisfacción, logros…Nos regalamos la utopía de que cuando tengamos “eso” o termine “aquello”, todo será perfecto. En el fondo sabemos que las cosas no funcionan de esta manera, que siempre hay algo que nos sobra, molesta o hace daño y  seguiremos sintiendo que nada es suficiente. 
 
La mente no es muda y nos recuerda constantemente los miedos, el trabajo sin hacer, la discusión con los padres, el enfado con el compañero, eso que debería hacer la pareja, si hay pagos pendientes y… todo lo que podría salir mal. Las preocupaciones son totalmente legítimas y personales pero si nos sumergimos en ellas pueden arruinarnos cualquier instante. El gozo muere por ahogamiento en el mar de la inquietud. 
 
Hay cuestiones muy básicas y poco originales que sin embargo deberíamos recordar siempre. El pasado no se puede cambiar y el futuro, aunque podemos hacer conjeturas sobre él, no somos capaces de predecirlo. Darse cuenta de esto, del gran  poder de nuestros pensamientos sobre todo lo que hacemos, no hacemos o sobre lo que sentimos, es un gran paso hacia vivir el presente. Esa frase tan repetida pero tan poco fácil de realizar porque a la vuelta de esta palabra nos dejamos enredar por cualquier emoción contractiva que nos surja. Más aún, nos creemos las teorías que aparecen en la pantalla de la mente y dirigimos nuestras propias películas. Qué está muy bien si las podemos capitalizar, como Amenábar o Almodóvar, pero poco adecuadas para evitar el sufrimiento.
 
Vivir desde la serenidad, independientemente del entorno, es posible si se entrena la mente. Estamos rodeados por un universo de estímulos, de tareas, de jornadas con actividades intra y extra, de responsabilidades varias que evitan el sentir de ser dueños de la vida, sino que ésta nos arrastra. 
 
Consideramos injustas las circunstancias que nos tocan pero, lejos de quejarnos, tenemos la opción de elegir. Podemos abrir los ojos para descubrir un camino diferente. Una manera de vivir que se convierte, con la práctica, en actitud. Una disposición a la apertura y al baile con lo que va surgiendo en cada paso. 
 
Hay que aceptar la música, adaptarse, volverse flexible para que la danza con la vida se convierte en algo intenso y tremendamente interesante. 
¿Quieres bailar?

 

¡La Vida es bien Interesante!

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¡La Vida es bien Interesante!

Esta frase muestra la asombrosa curiosidad con la que algunas personas aprecian cada día porque entre los regalos de existir está el conocer a seres maravillosos que aportan y nutren el alma.

Personas que ante la pregunta de ¿Cómo estás? responden: «Excelente» porque su actitud es de aprendizaje en cualquier escenario y frente a cualquier cosa que sucede.

Puede ser algo tremendo pero absorben del entorno, aprenden de cada vivencia, cada circunstancia y no pocas suceden en su país, Venezuela. Les abrazo con las palabras de este texto. 

Es cierto, la vida es fascinante si la miras con ojos curiosos. La cotidianidad es de todo menos aburrida, se puede tener charlas fantásticas con grandes filósofos en la frutería o en la tintorería.

Una pregunta puede encontrase con la posible respuesta, aunque en multitud de ocasiones son amenos monólogos paralelos llenos de consejos personales, comparaciones con lo propio, juicios de valor y demás creaciones del pensamiento.

Los minutos pasan entretenidos mientras se espera para comprar unos mangos o a la consulta del pediatra. Se habla de todo y de todos. Cuando no se habla se escucha porque así se aprende. Ya decía un poeta: “Aprendo yendo donde tengo que ir».

Puede que en estas brevedades se de que alguien abra su corazón, simplemente se queje o acompañe con unas risas espanta-penas la situación del mundo, de la educación o de la enseñanza.

Vivimos en un momento de profundos cambios, desbordados por un exceso de información que no sabemos manejar. Los que tenemos hijos seguimos educándolos de la misma manera que hicieron con nosotros. En la escuela adquieren de forma mecánica una serie de conocimientos de los que después son examinados dependiendo de baremos estándar, creyendo que eso es útil para un porvenir sinónimo de felicidad.

Sufrimos y les hacemos sufrir cuando vemos que no llegan a los niveles adecuados o cuando se rebelan contra ese orden impuesto. Nos desconcierta cuando nos cuestionan para qué va a servir toda esa información obsoleta, nos hemos creado unas expectativas que no vemos cumplidas porque provienen de nuestras propias carencias personales. ¿No nos estaremos estancando en el pasado?

Los padres se quejan de los docentes; los docentes de las familias; los educandos sienten falta de interés, ausencia de motivación. No ven nada qué merezca la pena y les aplasta el desánimo. Algunos recuerdan otros tiempos cuando los estudiantes tenían más ganas de aprender, preocupados por saber cosas nuevas… La culpa anda suelta y es lanzada sin tener ningún amo con el que detenerse.

¿Y si miramos más allá?
¿Consideramos esta época con sus diferentes circunstancias?
¿Vemos lo que ha dejado de ser válido para encarar la vida?
¿Somos más comprensivos con los otros, con nuevos modelos y nuevas formas, sin entablar una lucha por el cambio sino acompasando lo que hay hacia lo que se avecina?
¿Diferenciamos entre educación y enseñanza?

Es importante una reeducación, tanto de padres, madres, educadores…sociedad formada por individuos, para que mirando a los ojos de los más jóvenes podamos ver con facilidad su esencia única y personal, con cualidades que podemos ayudarles a potenciar. Si prestamos un apoyo basado en la experiencia pero no directivo, estaremos reforzando su autoestima e incitando a experimentar sin temor a decepcionarse o decepcionar. Probar esto o aquello que les guste, por muy peregrino que pueda parecer.

Hay que generar Ilusión por la vida como una gran aventura que conlleva grandes sorpresas, unas alegres y otras con las que se comprueba la capacidad para seguir adelante. Abrir puertas hacia el corazón y desde él atravesar los obstáculos. Ese es el motor para crecer, crear, creer y avanzar…hacia donde tenemos que ir, para aprender.

 

Agradecida porque las puertas se abre a medida que avanzo.