¡Atropéllala, total es tan positiva…!
¡Atropéllala, total es tan positiva…!
Practico la aceptación
Es cierto, no me viene dado de serie. Ante cualquier contrariedad en la vida, la asumo como un camino para aprender. Tal vez pueda resolver y entonces es fantástico, o tal vez no y toca crecer.
Iba a cruzar la calle cuando vi a una persona conocida en la acera contraria y otra que arrancaba con su coche a mi derecha. La que estaba de pie enfrente le dijo a la que comenzaba a conducir, señalando hacia mí: -¡Atropéllala, total, es tan positiva que le dará igual! No diría tanto. Seguramente ante ese supuesto, habría pensado que era una fatalidad en un primer momento, para reubicarme y concluir que todo ocurre para algo.
Soy consciente y reconozco la realidad sin necesidad del aplauso o la sonrisa ante visiones dramáticas. Practico la consciencia y eso no me libra del llanto o la tristeza como parte de recibir las cosas tal y como son. Cuando toca contraerme, lo hago porque soy vulnerable y eso, lejos de hacerme débil, es fortaleza para sentir.
Las emociones poco gratas cuando no se las mira a los ojos, se esconden en las entrañas y se retroalimentan hasta salir convertidas en verdaderos monstruos Alien que, como él, minan el estómago u otras partes del cuerpo (también monstruos me salen pero ahora su existencia es más corta)
Ser consciente es ver todo lo que ocurre: el malestar, la pérdida, la enfermedad, el abandono, la imposibilidad, la renuncia, la carencia, la muerte…la existencia de límites. Reconozco todo ello y sé que nada sé, así que lo admito y abrazo. Siento lo poco agradable como tal y no me siento mal por sentirme mal. Veo que sólo es un estado temporal que desaparece cuando se acoge lo que hay. Sí, es algo sorprendente, sin embargo así es: en cuanto me siento enfrente de la situación, esa “en desacuerdo con mis expectativas”, el padecer desaparece.
Para muchas personas, inclinarse por esta actitud ante cualquier experiencia suena falso y artificial, sin embargo lo es tanto como la perpetua negatividad a la que estamos acostumbrados. Inmersos en ella durante tanto tiempo que no nos percatamos que nos acompaña desde las noticias mañaneras, en las que mojamos el café, hasta el último pestañeo antes de dormir.
Cualquier lucha es de por sí, agotadora y más cuando se considera a la realidad como adversario. Cuando se toma este contrincante, la derrota está garantizada y la vida ofrece para ello, un combate tras otro. Yo decidí en su momento bailar con la vida y cada día ensayo la danza. Así, sin juzgar la situación, sea lo que sea, la mente está preparada para encontrar soluciones porque este enfoque genera fuerza interior.
No me dejo atrapar por la apariencia externa y considero que todo es lo que tiene que ocurrir porque así está siendo. Sigo este camino y lo muestro a quien decide aprender.