RECUERDOS.
Cada proceso de duelo es diferente y debemos escucharnos para descubrir nuestro camino de re-organización interna. Sentir la pérdida, expresarla y ser complaciente con las propias necesidades es, en esta etapa, una prioridad.
En mi proceso hay una evidente necesidad de orden que se manifesta exteriormente. Muevo, saco, tiro, pinto, limpio.. Mi foco de atención se posa en armarios, cajones, estantes de libros, cestillos con gomas del pelo, los cubiertos o sacar punta a los lápices de colores… convirtiéndolos en un poderoso bálsamo para curar mi herida.
Reconozco que tengo una asombrosa capacidad para bucear amablemente en el desorden porque convierto cualquier espacio en confusión en muy poco tiempo. Afortunadamente esta habilidad va acompañada de una rara “disposición sincrónica” y lo que necesito siempre aparece cuando es preciso. Ya sean las hadas, los elfos, extraña suerte o el universo que se reestructura con el pensamiento, las cosas están ahí cuando las busco. Sin embargo ahora valoro la inmediatez.
Los revoltijos caseros suelen estar llenos de recuerdos, a veces rodeados por soledad de hondos silencios y van apareciendo para tenerlos al alcance, observarlos y permitir que se disipen. Si pretendemos mantenerlos escondidos en las profundidades surgen como una parte sombría para atemorizarnos con su persecución. Cuando los fantasmas de la memoria se liberan llega la serenidad que permite ver el presente como un regalo que hay que agradecer. El estado sostenido de bienestar lo da estar en paz con todas las experiencias del pasado para verlas con el filtro del aprendizaje.
Desde la confianza en este aprendizaje comparto memorias.