La Sabiduría de cada Historia

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La Sabiduría de cada Historia

Cuando mi hija mayor nació, su futuro se dibujaba poco prometedor y yo entré en un estado de apatía, sentía profundo cansancio, dormía mal, siempre estaba bajo el velo de la tristeza y aunque nunca contemplé el suicidio, en ocasiones las ventanas de mi cuarto piso me parecieron bastante atractivas. Las circunstancias fueron suavizándose con el tiempo pero no por una transformación milagrosa de mi hija, sino por el cambio de mi mirada hacia lo que su lesión cerebral suponía. De la mano de la aceptación y la confianza la vida me permitió apreciar lo que me ofrecía el presente incluyendo a mi maravillosa Ángela. Dejé de preocuparme por lo que podría sucederle en el futuro, así pude apreciar el regalo de su presencia, su compañía y vivir con entusiasmo.

Uno de los principales objetivos en la vida es conseguir el bienestar, ser feliz independientemente de la circunstancia vital. Si les preguntamos a papás y mamás qué quieren como destino para sus hijos, casi la totalidad contestará: quiero que sea feliz, que viva sintiéndose bien. Sin embargo este regalo de linaje no se entrega desde la carencia sino que nace de la vivencia sostenida. Creemos erróneamente que nuestro propio sacrificio puede dar la felicidad al siguiente pero únicamente cuando los hijos están inmersos en el cariño sereno de sus padres, cuando respiran el bienestar y la felicidad puede pulsar internamente la paz, felicidad y el optimismo como propios. Estamos interconectados con los demás y nuestro bienestar tiene un efecto de latencia positiva en los demás.

Mantener un estado de bienestar en un mundo lleno de sufrimiento es un verdadero arte y como cualquier artista, requiere practicar en ese elemento para mantener las habilidades del aquí y ahora. En los momentos difíciles, en esos que nos sentimos amenazados y llenos de miedo, podemos acudir a la Atención Consciente ya que vivir en bienestar no es sólo cuestión de buena voluntad, de una decisión tomada, sino que requiere entrenar esas cualidades específicas que todos traemos de serie.

El bienestar, ese gran sentimiento de libertad, se deriva de la práctica del desapego. Desapegados de resultados y expectativas podemos percibir profundamente el disfrute de cada día con lo que nos traiga. Si entendemos el orden natural de la impermanencia, que todo es efímero y sometido al cambio con el tiempo, no nos sumimos en la desesperación y el sufrimiento cuando algo termina o no se cumple, sino que la sabiduría del desapego hace que podamos mantener la sensación de bienestar y felicidad durante toda la vida.

Del desapego nace la mente de aprendiz y el equilibrio. Se trata de abrirnos interiormente a cada instante como algo nuevo, limpio, totalmente diferente a cualquier otro. La mente sorpresa acepta lo que es, lo que está ocurriendo desde un punto de serenidad, sosiego y estabilidad que entiende la naturaleza cambiante amén de la profunda interpelación de todas las cosas. 

 

Todo lo que acabo de escribir quiero resumirlo con una simple historia zen, para aportar una imagen a la propia reflexión interna. 

 

Un día, el hijo de un viejo granjero dejó, por descuido, la verja del establo abierta. El único caballo que tenían, escapó. Todos los vecinos vinieron a solidarizarse: -“¡Qué mala suerte!”. Sin embargo, el anciano no se inmutó, solo dijo:- “Puede ser, puede ser”.

Al día siguiente, el caballo volvió al establo y trajo consigo otros diez caballos salvajes que le siguieron desde las montañas. Ahora el granjero tenía once caballos y se había convertido en el hombre más rico del pueblo. Todos los vecinos fueron a visitarlo y le dijeron: -“Parece que al final fue un golpe de suerte que el caballo se haya escapado”. El anciano solo les respondió: -“Puede ser, puede ser”.

Al día siguiente, mientras su hijo estaba intentando domar a uno de los caballos, cayó y se rompió una pierna. Al acercarse el invierno, sin la ayuda del hijo en la granja, el anciano tendría que afrontar grandes problemas. Los vecinos le dijeron: -“En el fondo, fue un error. Ahora tienes los caballos pero no tienes a tu hijo para que te ayude. Es algo terrible”. El padre, en vez de lamentarse, respondió: -“Puede ser, puede ser”.

Una semana más tarde el ejército llegó al pueblo y reclutó a todos los jóvenes para luchar en una guerra suicida. Era posible que ninguno de ellos regresara a casa. Sin embargo, como el hijo del granjero tenía una pierna rota, no lo reclutaron y se quedó a salvo en el hogar. Una vez más, los vecinos le comentaron la buena suerte que había tenido. Nuevamente el granjero contestó: -“Puede ser, puede ser”.

Ahora te invito a que valores en que medida te acercarías al bienestar soltando todo eso que tu mente dice que debes hacer, tener o ser para conseguir la felicidad. Tal vez descubras que merece la pena entrenar tu mente para el equilibrio. ¿Puede ser?

Tal vez tengas tu propia historia para aprender. Si este artículo te parece interesante, te animo a comentar y compartir.