La soledad que muerde.
Soledad elegida o soledad obligada
La soledad
“Tengo una vida penosa y estoy desesperado porque no encuentro satisfacción en nada. Todo parece irles tan bien a los demás…” Frases parecidas a éstas se escuchan en un mundo con más de siete mil millones de personas, donde muchas padecen un enorme sufrimiento y son presas de la frustración al sentirse atormentadas por la soledad.
Hoy en día las relaciones con los demás son permanentes, las redes sociales y sus diversas vías de comunicación hacen que ésta sea hiper-ilimitada e incluso invasiva. Hay comunicación o al menos formas variadas que la facilitan, pero ¿hay calidad y vínculo?
Existe un gran escaparate virtual al borde de un enorme abismo y aparece un movimiento en zigzag desde la necesidad imperiosa a sentirse amado hasta el requisito obligado de independencia, sin dar tiempo a profundizar en relaciones de fusión, siendo estas cada vez más efímeras. Nos movemos confusamente desde la dependencia adictiva a la idílica libertad.
¿Solo en grupo o verdaderamente solo? ¿Soledad elegida o soledad compartida? ¿Exclusión obligada o abandono de lo social?
Tristeza o aburrimiento están dentro de ese refugio solitario, pero no son equivalentes. Cuanto sentimos el tedio o la melancolía llenamos nuestro espacio vital de actividad, palabras, movimiento y agitación.
Por eso padres y madres ven poco grato que sus hijos estén sin hacer nada o que los niños digan que se aburren, cuando el aburrimiento es la madre del ingenio y un pequeño/a sumergido en la inactividad siempre gesta una salida creativa, si le concedemos tiempo.
Nos da miedo el silencio (sólo tenemos que observar las miradas nerviosas en un ascensor vacío de conversaciones), lo consideramos atemorizante y sin embargo es en ese espacio donde aparece nuestra propia compañía, dónde están las innegables respuestas personales.
Existe una soledad muy nutritiva que está lejos de la depresión o del aburrimiento y que propicia el crecimiento…interior ¡claro está!. Estar solo no tiene porque significar aislamiento y puede ser sinónimo de enriquecimiento ya que no depende de otros, depende del ánimo interior.
Soledad agrupada
Las personas tendemos a agruparnos, somos gregario-emocionales para llenar el vacío interior que nunca es colmado con frivolidades. Sin embargo, siendo nuestros amigos más cercanos desde que nacemos hasta que morimos ¿cómo nos relacionamos con nosotros mismos?
Nuestra soledad está siempre acompañada, es permanente, absoluta y cultivar un espacio de amistad con uno mismo sirve, para eso precisamente, para llegar a serlo.
Cuando las personas tienen una buena relación con el silencio y con su interior, todo es considerado entretenido y ameno. No hace falta hacer nada o cualquier cosa está bien: leer, fantasear, escuchar música, respirar el instante. Todo es suficiente.
El sonido constante es algo cotidiano; la televisión, la radio, la música o el tráfico hacen más ligero el peso de la soledad y crean una impresión de acompañamiento cuando el propio no ha sido cultivado.
El equilibrio interior se manifiesta fuera y la vacuidad también. Hay una realidad inherente al propio ser humano que no es mirada y llama su atención sobre el empuje que viene de dentro porque no es necesario un acto externo para vivir.
La negatividad asociada a la soledad es algo creado de manera artificial. La soledad no existe, la soledad se siente cuando hay desconexión; cuando hay una desesperada necesidad de uno mismo, así que es prioritario reconciliarnos, regalarnos un vínculo de calidad y calidez para luego compartirlo, si así lo decidimos, con los demás.
Escucharnos para escuchar.
Amarnos para amar.