Cuando surge una experiencia dolorosa, involuntariamente intentamos apartarla. Cuando surge una agradable, intentamos atraparla y mantenerla en nuestra vida. Las experiencias neutras las ignoramos, perdiéndonos un gran abanico de nuestro mundo emocional.

Así pues, deseamos los sentimientos agradables y estos los consideramos acertados. Intentamos evitar los desagradables y los vemos como incorrectos. Como no podemos evitar estos últimos, vivimos en una lucha constante  para conseguir que todos sean correctos y agradable. Algo imposible, que nos trae sufrimiento.

No podemos evitar que lo grato y lo desagradable forme parte de nuestra vida y es algo poco real considerar correcto o incorrecto cualquier sentir. Es muy útil comprender que los estados emocionales simplemente están presentes. Son el medio en el que vivimos, el caldo de cultivo en que se desarrolla el Ser humano. Aunque sean fuertes, intensos o difíciles, no es necesario que los suprimamos y si son agradables no podemos apegarnos o identificarnos con ellos. 

Se puede atravesar esta montaña rusa emocional,  sin preocuparnos,  porque ninguna emoción es definitiva. Nada permanece en la misma forma.