-¡Qué estrés voy a tener yo si estoy retirado! Eso es un invento de los americanos. 

Querido jubilado:

No sé si los americanos tienen la patente del estrés pero hemos querido ver el significado de la palabra en las películas sobre Wall Street, en las que aparece el talentoso y ocupado agente de bolsa con su maletín y una agenda muy apretada que distribuye entre sus grandes operaciones financieras. Claro, ocurre que ni el amo de casa, la pensionista, el panadero, la contable o el que escribe en un periódico se identifican con la palabrita ni con la sensación. 

Sucede que el día a día puede transcurrir entre el  nerviosismo de tener que subir con el coche el puerto de Mondoñedo, el miedo al querer donar sangre, la preocupación constante de encontrar aparcamiento, la prisa al llevar los niños al colegio, la incertidumbre de un resultado médico, la tensión de la propia exigencia en el trabajo, la ansiedad del mal rollo con el vecino que nos encontramos por la escalera, la angustia cuando aparece el jefe, el pequeño conflicto o la factura, la fatiga que causa todo ello y el agotamiento que refleja el cuerpo. Es un mundo interminable de pequeñas batallas. Una tras otra, una tras otra…y otra más. 

Eso impregna la vida porque en ello está sumergida la mente. Los pensamientos nos ofrecen un espejismo como salvación para el inalcanzable control; creemos erróneamente que cuanto más pensamos mejor estamos porque la certeza racional busca los puntos de vista sólidos e inamovibles que parecen tener la solución y nos afanamos en esa persecución. 

Se vive en el estrés cuando la vida está plagada de inseguridades, vergüenzas y compromisos autoimpuestos. Cuando se pretende ser perfecto y no se reconocen las necesidades propias; cuando la obsesión, la desconfianza y la impulsividad reaccionaria son las compañeras constantes. 

Lejos de ello, cuando se practica el no hacer y aquietar la mente, aparece la seguridad, que aunque sin certeza, aporta flexibilidad y aceptación. Tendemos a llenar la vida de cosas y de datos la cabeza pero nos cuesta estar en el silencio y cultivar nuestro espacio vacío. Y es en ese espacio, en el que la mente no le gusta entrar porque significa que la están domando, donde se encuentra la calma y el bienestar. 

Los niños pequeños y los adolescentes sienten el estrés, no es una cuestión profesional. Se puede permanecer fuera del mercado laborar, no tener horario ni fecha en el calendario, sintiendo toda la presión y el estrés que permitamos a la mente regalarnos. La fantástica receta de jugar al golf no sirve de nada si la mente no acompaña la bola. 

La mente no se jubila pero podemos aprender a usarla para el júbilo.
Siempre, siempre, desde el amor. 

Generosa Lombardero.