En los talleres de iniciación al Mindfulness se toma contacto con la escucha activa, consciente y amorosa. Nos resulta raro y sorprendente cuando tenemos que escuchar sin hablar. Es necesario escuchar para ser capaces de entender. 

¿Estamos dispuestos a comprender?
El otro es distinto a mí, es algo diferente y nuevo. Se trata observar con curiosidad esa referencia, ese programa y conocer su sentir.

¿Cómo hacemos esto?
Escuchando. Escuchar para percibir, sin querer dar la respuesta correcta, ni siquiera la respuesta. Sin aconsejar, ni aportar la experiencia que nos ha servido. Sin preocuparnos por lo que diremos cuando el que habla termine, ni querer aportar nuestra solución. Sin interrumpir, ni cercenar la posible emoción que aparece.

La mente abierta escucha significados, emociones, sentimientos, interiores y profundidad. Escucha pasiones mientras mira a los ojos sin mover la lengua. La mente abierta es receptiva y empática pero no es simpática porque la simpatía implica juicio, una aceptación de la historia para estar de acuerdo y la empatía es un abrirse sin juicio, sin ataque. Es recibir tal cual. Sin llegar a ninguna idea. Abrirse a lo que es.

Tememos al silencio a pesar de que en él están muchas respuestas. Cuando permitimos el silencio, nuestro silencio, aparece la intuición y la guía interior.  En la escucha de la mente abierta hay un contenedor inmenso de confianza, de la propia y de la ajena, más una total aceptación. La confianza es sanadora y terapéutica porque nace de una tierra abonada con buena disposición, valoración y aprecio hacia el otro.

Escuchar con mente abierta es abrir los oídos del corazón.
En el corazón sólo hay Amor.