Creemos que el miedo es algo esporádico pero nos acompaña constantemente y nos vigila, observando todo lo que hacemos.

Hacemos o dejamos de hacer por temor a equivocarnos, por miedo a la soledad, a perder, a ganar, a que nos dejen de amar, a que nos rechacen, a no ser lo suficientemente buenos, al fracaso…

Hay dos tipos de miedo, el que nos invita a la prudencia porque existe un peligro real (caminamos al lado de un precipicio, por ejemplo) y el miedo paralizante que nos impide cambiar, crear y sentirnos bien pero por el contrario no existe una realidad que lo respalde. Hay modelos mentales y sociales que nos acompañan y refuerzan ese pánico. No somos conscientes de los efectos que producen en nuestro comportamiento. Todo el mundo sabría terminar estas frases: «Después de algo bueno viene…».
«Virgencita que me quede como ….». Son modelos de conducta profundamente arraigados que limitan el aprendizaje y la experiencia. Por eso las crisis las vemos como algo amenazante y no la cuna de un renacimiento.

Cuando crecemos en autoestima aprendemos a revelarnos y a desafiar esos modelos mentales que no nos nutren ni nos favorecen. Ganar en seguridad y enfrentarnos a los retos de la vida, poniendo y utilizando los pensamientos como excelentes compañeros de viaje. El viaje de Existir.