Relación. Amor como Pegamiento

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En el espacio entre nacimiento y muerte todo es relación. Nos relacionamos con la salud, con el dinero, con la comida, con el trabajo, con la abundancia, con la muerte, con la vida, con los otros. Todo es en sí mismo relación dual, sea lo que sea o quien sea qué esté al otro lado. Somos una especie que necesitamos del semejante y hacemos lo que podemos para sentir el cálido aliento humano que dulcifique nuestro viaje. Nadie está tan sólo como pueda parecer. 
¿A cuántas personas se puede conocer en una vida?
 


Uno de los mayores indicadores de bienestar es la calidad de nuestros vínculos y de las relaciones significativas. Familia, pareja, amigos íntimos, compañeros laborales, colegas…y todas esas personas que se cruzan con nuestra mirada para compartirla, quizá en espacios de tiempo más pequeños pero con su intensidad nos acompañan recorriendo juntos un tramo del camino. 

Todos deseamos relaciones que nos nutran, abonen lo interesante, nos aporten paz y equilibrio, sin embargo es en la pareja donde encontramos el mayor reflejo, con todas sus cualidades y las muchas sombras escondidas. La pareja supone el vínculo nuclear por excelencia.
Cuando un alma afín aparece respondiendo a nuestra demanda interna sólo podremos sostener la estabilidad en el par si hay una buen auto-aprecio previo.
Esto no es una fórmula mágica, ni receta magistral que genere instantáneamente una relación plena, amable y consciente “con uno mismo”, sino que supone un proceso de apertura del corazón en el que logramos transformarnos en la persona que desearíamos como pareja.
En el momento que conseguimos mostrarnos con las cualidades, dones y expresando las fortalezas de esa persona admirable que nuestra mente imagina…justo en ese instante la vida ofrece las sincronías que dan paso a un camino sin regreso. 

Absolutamente nadie puede regalarnos felicidad, ni solventar lo que es asunto de nuestra propia competencia y responsabilidad. Si esperamos llenar un vacío personal con la presencia de quien asegura o creemos que puede cubrir nuestras carencias, atraeremos parejas que, en esa misma escala, ponen su propio poder fuera de sí mismas.
Sea lo que fuere y cómo ocurriere, todo tiene sentido visto desde la totalidad, con una mirada transpersonal y supone un peldaño en el proceso de nuestra consciencia hacia la amplitud de la Conciencia.

No hay pareja ideal, cada quien tiene la relación que se ajusta y es interesante para sus particulares circunstancias. El inicio idóneo para emprender lazos saludables comienza por admitir, reconocer y aceptar el propio inventario de sombras.
Habernos reconocido en quienes nos llevan a la rabia o nos hacen enfadar e identificar las heridas que traemos de serie. Después de comprender e integrar estas “incorrecciones”, se abre el corazón para poder cuidar de nuestros vínculos. Cuando así hacemos; cuando a través del sendero del autodescubrimiento ponemos sobre el tapete los patrones internos, se cruzará con nosotros quien también haya madurado y quiera encontrar el mismo resultado. 

Si necesitamos amor y ser amados tenemos que crearlo, cultivarlo y expresarlo cada día porque, en realidad, la pareja es un espejo que refleja la realidad interior.
Esa que es sustentada en gran parte por las experiencias emocionales que hemos registrado durante la época infantil. En las relaciones, cuando surgen conflictos, emergen con ellos los sentimientos dolorosos de resentimiento, odio, desprecio, rencor, rabia. Aspectos en los que estamos atrapados por algún tipo de complicación, desorden o dificultad, anterior en el tiempo, y no resuelta en su momento.
Cuando iluminamos con el foco de la consciencia y el amor cualquier circunstancia devastadora para la relación, terminamos comprendiendo que el verdadero rival no está en la persona que nos irrita sino que se encuentra dentro y es, únicamente, corrigiendo esta perspectiva que la lucha desaparece. 

Debajo de las máscaras que nos recubren, en este juego de formas que es la vida, los demás no son tales, sino iguales en esencia. Conquistados por esta sencilla verdad, conectamos fácilmente con el resto de los corazones y es entonces cuando nace la auténtica compasión y la confianza.
El cambio en las relaciones, sean cuales sean, viene de un cambio en el corazón. Algo interno, personal, profundo y silente que, de uno en uno y desde dentro hacia fuera, va extendiendo nuestro íntimo círculo amable y compasivo. Amarnos a nosotros mismos para amar más allá. Para amar el todo. 

Tenemos una asombrosa aptitud para el amor y ese es el autentico poder como seres humanos. Si tomamos consciencia de esto y hacemos algo con ello; si nos damos cuenta de nuestra verdadera capacidad y pasamos a la acción, entonces se expandirá la conciencia. La pareja y la relación dentro de ella es un excelente escenario donde observarnos, conectar con el corazón, darnos, aprender, crecer, madurar y amar. 

Amar es comprender-nos. 
Amar es aceptar-nos.