Y con esto no me refiero a ser feliz, algo que puede parecer inalcanzable, sino a  sentir tanto la fortuna como la desdicha desde una cierta perspectiva de equilibrio.

Todas las emociones se nos presentan en el mismo gran paquete con lazo; no es posible vivir sólo en la alegría porque es placentera y descartar la pena porque es dolorosa como no es posible ver únicamente nuestras virtudes y rechazar la sombra. 

Las emociones expansivas no parecen ser un obstáculo para casi nadie, las abrazamos con facilidad y deseamos compartirlas, sin embargo rápidamente queremos alejarnos de la contracción que produce la mirada del miedo o la rabia. 

Existe un motor interno con los deseos profundos, con esas cosas que acaban por determinar el bienestar o el malestar al que las personas muy mentales, las que únicamente perciben y reaccionan, les es poco fácil acceder. A esta fuerza motriz se la denomina coherencia cardiaca 

La moderna neurología señala que el corazón contiene un 60% de células nerviosas o neuronas y esto lo convierte en un centro de inteligencia que sabe, siente y responde con independencia de la mente pensante. Añadido a esto se puede decir que su campo electromagnético es cien veces mayor que el del neocortex y que tiene la función intuitiva e integradora a su cargo. 

Vivir en sintonía con esta inteligencia, significa vivir en coherencia cardiaca y sentir el corazón es abrir directamente la puerta a ese mundo emocional, atravesar la confusión de las construcciones mentales sobre uno mismo, los demás y lo que tendría o no debería ser.

Cuando tenemos heridas emocionales que nos impiden mirar hacia dentro porque resulta doloroso estamos bloqueando el acceso a nuestra fuente interna de coherencia. Y Si en algún momento de las ajetreadas vidas adultas decidimos dirigir la mirada hacia el interior puede que se recupere ese mundo inédito de las emociones, las sensaciones y el bienestar.

La coherencia produce calma interior y se puede practicar en cualquier situación de la vida cotidiana. Se entra en coherencia en el estrés más absoluto y en la calma más pausada; en la excitación, el combate, el placer o el éxtasis.

Aprender a vivir en coherencia es el camino hacia el bienestar.
Vivir en sintonía con el corazón y la emoción es algo, evidentemente muy práctico. ¿No crees?