Está permitida la confianza.

Las circunstancias de la vida no dependen de nosotros y una parte de nuestra libertad está atada a sus caprichos. Sin embargo, hay otra libertad más sutil e íntima. Una libertad innata del ser humano y que nadie nos puede quitar. La de elegir cómo jugar las cartas que nos tocan, en este juego existencial.

Efectivamente, si el escenario en que nos colocan, es inevitable; no lo es la actitud que decidamos tomar ante él. Se puede encontrar el camino sin dejarnos llevar por la desolación y el determinismo. Podemos renacer, somos capaces de salir adelante, porque hay una batería de recursos escondida en nuestra fortaleza.

Tras una caída podemos levantarnos, lamer nuestras heridas y reconstruir los destrozos. Resurgir de las cenizas para comenzar de nuevo, porque, si miramos hacia atrás, seguro que en algún punto de nuestra biografía ya lo hemos hecho antes. Tal vez varias veces.

No siempre es fácil pero debemos creer y confiar en esa posibilidad. Dar tiempo, acompañarnos con paciencia desde la ternura, abrazar al dolor para suavizarlo y, poco a poco, la suave calma llega después de la tormenta. Somos capaces, incluso desde la alquimia mágica que es la creatividad, de transformar el sufrimiento en belleza. Tal vez más poemas, más humanidad, más escucha compartida, más humildad, más serenidad y aprecio de lo que somos. De lo verdadero.

Estamos digiriendo y purificando para generar esa profunda firmeza que parte de nuestras raíces, de cada árbol de vida, de nuestro origen. Si hemos llegado hasta aquí, podemos, sin ninguna duda, dar un significado a esto que ocurre y crear una nueva oportunidad.

Así sea.

Artículo publicado en TeoVivo. La Coruña.