Una Enfermedad Contagiosa

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Una Enfermedad Contagiosa

Dice Eduardo Galeano que el amor es una enfermedad de las más jodidas y contagiosas que hay. Dice que a los que estamos enfermos de este bien se nos reconoce por los abrazos y por la necesidad de decir estupideces. 
 
Me permito añadir a esta grandeza que hablar de amor con Mayúsculas es tan satisfactorio que, aunque se disfrace de estupidez, llena la boca de saliva y el corazón de emoción. Es algo tan sabroso, suculento y rico que inunda a la vez que satisface. Podríamos probar a pintar nuestra vida con él para sentir más el calor de su color.
 
Dice que se puede provocar si se deja caer un puñadito de polvo de “quererme” en el café. Pero no se puede impedir ni con agua bendita, ni polvo de hostia o diente de ajo. 
 
Describe maravillosamente Galeano como el Amor es sordo a todo, a Dios, al conjuro de las brujas, a los decretos del gobierno, a las pócimas y los brebajes, aunque estos tengan garantía de éxito. 
 
Hay escritores que son capaces de envolver con sensaciones y “desdudar-me”. Hay palabras que siento redondas, cálidas, reconfortantes y de las que nací. Hay un todo más amoroso y profundo del que no quiero escapar porque me llena de sentido. 
 
Pues aquí estoy, infectada de esta enfermedad y queriendo contagiar.
 
 

¿Dependo o No?

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¿Dependo o No?

 
Se promueve la autosuficiencia y no hace mucho tiempo se animaba a dejar que los bebés se consolaran solos. Se creía que el exceso de afecto hacía niños consentidos y los convertiría en adultos problemáticos e inadaptados: “ No lo cojas de la cuna, que se acostumbra” “ Déjalo llorar que eso expande los pulmones”. En los hospitales se aislaba los niños de sus familias o se veía a los bebés a unas horas determinadas, siempre insuficientes para llenar de amor sanador el alma nueva y alimentar el poderoso hilo del vínculo.
 
Existía la creencia, aún coletea por ahí, que el afecto, el contacto, las muestras de cariño debían suprimirse o dosificarse al máximo. Los padres si querían educar en la fortaleza a sus hijos, tenían que mantener un cierto grado de distancia con ellos. Esta creencia mantiene que el exceso de amor materno, hace a las criaturas asustadizas y dependientes. Se observó, por otro lado, que aún teniendo las necesidades básicas cubiertas (alimento, bebida, limpieza), las que que carecían de una figura de apego, no se desarrollaban con normalidad. 
 
A primera vista puede parecer un contrasentido de la Independencia:  Amor y Libertad. En realidad se hace necesario un apego sano con nuestras figuras de afecto porque éste es beneficioso y propicia una personalidad sana, madura y autónoma. Estudios con personas adultas mostraron, con resonancia magnética, como la presencia de la pareja ayuda a regular la presión sanguínea, el pulso, la respiración y los niveles de hormonas en sangre. 
 
La dependencia sana es un hecho, no es una opción o una preferencia. Nacemos con necesidad de amor porque somos seres sociales que buscamos el calor de otros como alimento. Cuando escogemos pareja siempre hay dependencia. Es necesario que ésta ayude en nuestro bienestar emocional y psicológico. Vital también es comprender que la verdadera independencia nace de saber que contamos con alguien que nos apoya. 
 
Ese alguien que respalda, nos incluye a nosotros mismos.
Dependemos del amor.
 
 
 
SENTIR LA OSCURIDAD

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Sentir la oscuridad

Siempre surgen las dudas cuando vives en la noche oscura. Entonces le podemos preguntar a la luna sobre nuestro miedo, la  baja energía y nuestra pérdida de sentido en la vida durante ese terremoto emocional. Ella nos conectará con la transformación de lo profundo y con dolorosos procesos de duelo.

El descenso a la soledad, al desierto y al vacío precede siempre a la renovación porque donde hay un nada fértil puede nacer una liberación y surgir con fuerza la propia verdad.

Lejos de lo que puede parecer, crecer interiormente no es un proceso en línea recta sino que hay que aprender a vivir en contacto con las emociones y los sentimientos. En la noche oscura, por la que muchas personas hemos transitado, se encuentra la transformación necesaria. Dolor, desolación, depresión, tristeza, amargura, pueden ser la antesala de lo creativo y enriquecedor

Cuando nos dejamos llevar hacia lo profundo del remolino, sin resistencia, antes salimos de esa vorágine.

 

Perderse para poder encontrarse.
Momentos de cambio y de renacimiento.
Desde el amor.

 
 

Soy una persona valiosa.

Soy una persona Valiosa

En el colegio de mis hijas puede leerse un rótulo con la frase: “Porque te quiero, te pongo límites”.
 
Ser valioso es uno de los cimientos de la autodisciplina porque cuando uno se considera valioso, se cuida a sí mismo, aprecia su tiempo y desea emplearlo bien. Este sentimiento, el de ser valioso, es esencial para el equilibrio emocional y resultado de los primeros años de vida, de cómo se abona el crecimiento en la niñez.
 
Si amamos algo, si lo estimamos, le dedicamos tiempo para cuidarlo y disfrutarlo. Esto ocurre con los hijos, a quienes les ofrecemos todo ello porque el amor y la disciplina exige nuestra Atención Plena y tiempo. Cuando no tenemos espacio para ellos o no estamos dispuestos a dedicarles atención no podemos advertir cuando expresan la petición de ayuda y disciplina. Siempre se pueden percibir sutiles necesidades en cómo estudian, de qué manera comen, si no dicen la verdad, si eluden los inconvenientes, si enfrentan el miedo…El tiempo es necesario para escuchar y ajustar, leer cuentos, dar un abrazo, un beso, ánimos o explicaciones. La disciplina es Presencia. Mindfulness para estar Atento y Presente en sus vidas acompañando sus emociones y estados sin crítica. La función de padres y madres es acompañar, sosteniendo y conteniendo lo que sientan. Para sostener es necesario poder observar nuestras propias emociones sin que nos arrastren, para contener es imprescindible comprender y comunicarse.
 
Nuestros hijos se dan cuenta cuando los padres hacen esto. No se traduce, por supuesto, en una gratitud inmediata, es sólo un “ si mis padres están aquí, dispuestos conmigo y con lo que siento, entonces merezco la pena, es que soy una persona valiosa”. Ese es el comienzo de la autodisciplina. 
 
En muchas ocasiones los padres creemos conseguir la disciplina de un modo fácil y rápido. Queremos controlar e imponer desde la amenaza abierta del abandono: “ si no haces cómo necesito que hagas entonces…no te quiero, te abandono”,  No se abandona en el sentido literal del término, sino que no ofrecemos palabras tranquilizadoras, únicamente desaprobación. Por este camino se construyen adultos que se abandonan, llenos de un profundo sentimiento de invalidez. Mindfulness te ayuda a centrar tu atención a tus hijos
 
El tiempo y la calidad de los momentos que los adultos dedicamos a los hijos indica a éstos el grado en que son valorados. Esto no significa frecuentes declaraciones de amor, diciéndoles repetida y mecánicamente que los queremos por encima de todas las cosas porque los niños nunca son engañados con palabras huecas. Suelen agarrarse a ellas porque desean, por encima de cualquier cosa, ser amados pero inconscientemente saben cuando las palabras de sus padres no están respaldadas por sus actos. 
 
Para sentir el propio valor y tener cierto grado de autodisciplina y seguridad se necesita el ejemplo coherente y genuino de los padres desde la Presencia. Cuando no es así, se puede adquirir de otras maneras pero es un camino, y lo digo por experiencia propia, poco fácil que dura toda la vida. 
 
La educación de nuestros hijos pasa por nuestro propio desarrollo personal. Esto es así.
 
¿Te sientes una persona valiosa?
 
 

 

Respuesta al Corazón.

Me preguntan porqué recurro tanto a la imagen del corazón. Es una figura bonita, siempre me han gustado, pero no es esa la razón.  Recuerdo perfectamente, aunque tenía pocos años, el funeral de un pariente cercano en el que oía decir: “Se murió de pena”. Una persona saludable a la que venció la tristeza en forma de enfermedad. 
 
No es un secreto para nadie, la sabiduría popular está llena de historias sobre alguien a quien se le “partió el corazón” después que se murió su pareja, tras la enfermedad de un hijo o por un gran desencuentro con sus expectativas vitales. Estos casos comunes ya han dejado de tratarse como simples coincidencias porque los profesionales de la salud saben que cuando el cerebro emocional se desajusta, el corazón sufre y sucumbe por agotamiento. 
 
Existe un sistema íntimo e indivisible corazón-cerebro, donde el equilibrio del primero influye en el segundo. Si vamos un poco más allá ya se sabe que el intestino y el corazón cuentan con sus propios circuitos de miles de neuronas que son como minicerebros. Incluso contola la liberación de su propia farmacia hormonal: Adrenalina, oxitocina o la que influye en la tensión de las arterias. 
 
Las emociones se reciben en el cuerpo y solamente después se perciben en el cerebro. Lo que sentimos en diferentes estados es recepcionado por el corazón y hace participe a todo el organismo. Así que es clarísima la importancia del corazón en las emociones, no sólo una bella y romántica imagen, en él se plasma el sentir y lo expresa todo el organismo. 
 
La base de la inteligencia emocional es ésta, ayudar desde la calma y la serenidad al corazón para gestionar las respuestas en el cerebro. Son las emociones contractivas, como la ansiedad, la ira, el pánico, la tristeza y las preocupaciones triviales mantenidas en el tiempo las que afectan al órgano central y crean confusión en nuestra anatomía. Emociones expansivas, hijas del amor, como la alegría o la gratitud favorecen la adaptación del corazón y su correspondiente beneficio para la persona. 
El corazón simboliza el amor. Nacemos para sentirlo, lo pedimos,  necesitamos, suplicamos de diferentes maneras y siempre lo buscamos. La respuesta a los vaivenes de la vida está en nutrir y acompañar amablemente al corazón porque  todo responde adecuadamente si así lo hacemos.
La imagen del corazón hace recordar que todo lo necesario está dentro. Es la razón menos razonada.