Relación con Papá y Mamá

El origen de relación padres e hijos

Lo que vivo condiciona lo que escribo, las vivencias con mis hijas condicionan el filtro de mi visión y de mi palabra.

Me emociona enormemente la necesidad de amor en los niños. Como buscan la mirada, la caricia del paternaje o la sonrisa materna. “Mira mamá”, “Mira, mira, mira!, y aunque tuviera cien ojos no podrían abarcar su avaricia de atención que no es más que fuente de amor. Cierto es que no todo el mundo es padre o madre, sin embargo todos somos hijos o hijas. Todos procedemos de alguien. Es un denominador inclusivo en cualquier ser humano.   

La relación con los padres influye y determina totalmente el proceso de maduración de los hijos. En este vínculo, como hijos e hijas, somos tremendamente vulnerables al rechazo, miramos muy de cerca la aceptación como regalo, somos muy sensibles al dolor que nos trasmiten, a la capacidad de vivir alegremente, a su confianza, a su presencia y también a su ausencia. Nuestra experiencia en esta relación de partida nos define como personas.   

Quiero aquí aclarar que aún existiendo una gran distancia física o emocional, existe relación. Podemos calificarla como buena o mala  pero el nexo es inevitable. Ni la ausencia o el desconocimiento del origen evita esta marca de nacimiento porque la relación de no relación es un vínculo.   

La mayoría de las personas guardamos, en lo más hondo de nuestro corazón, alguna herida fruto de este vínculo con papá y mamá. Nadie está libre de experiencias dolorosas, esto no depende de nosotros sino de la vida. Como adultos sólo podemos decidir qué hacer con esas heridas. Podemos flagelarnos con el desgraciado sentir ocurrido o convertirlo en abono para crecer.   

Las vivencias dolorosas pueden anclarnos al pasado, en un enredo sin fin entre enfado, tristeza, exigencia o esperanza. Madurar, conseguir la fuerza adulta, significa soltar el pasado, asentir a nuestros padres y tomarlos.   

Asentir a nuestros padres es aceptar su naturaleza humana. Hicieron lo que hicieron, nos dieron lo que pudieron y nada más. Ser padre o madre no es una cuestión moral, es un papel vital otorgado por hecho de concebir o parir un hijo, sin más.  Cuando una persona no quiere reconocer que su padre o su madre lo son, está oponiéndose a la realidad biológica. Y es cierto que puede sentir mucho rechazo o justificar su gran enfado, sin embargo nada puede borrar que es hijo o hija de ese padre y madre. Mientras no se pueda reconocer este hecho, se está en lucha con la vida.   

Asentir no significa dar por bueno lo que hicieron o dejaron de hacer, ni que los consideremos “buenas personas”. Esto va más allá. Asentir es reconocer que nuestro origen está en ellos, que llegamos a la vida a su través. Nada más… y nada menos.  

Cierto es que cada persona, si quiere crecer, tendrá que reconocer sus heridas. Decir no, para luego rendirse y aceptar. Reconocer los aspectos dañados para poder mirar cada paso del camino transitado, por muy difícil que haya sido. Tras la negación de nuestro origen hay una íntima negación interna. Por el contrario, reconocernos como fruto de la unión de nuestros padres, fuera como ésta fuera, es quedar en paz con ellos y con uno mismo. Nos damos valor y nos reconocemos merecedores de la vida.   

Decir Sí a nuestros orígenes, de manera profunda, nace de la posibilidad de tomar a nuestros padres. Tomar a nuestros padres es abrirnos a recibir la fuerza de la vida que nos viene dada a través de ellos.   

Mientras permanecemos ligados a sus alegrías, penas o dificultades, más anclados estamos al pasado y menos en nuestra vida. Tomar a los padres significa que el amor que tal vez esperábamos que nos dieran, lo desplegamos en nosotros, al mismo tiempo que lo ofrecemos a los demás. La exigencia que podíamos tener hacia ellos, se transforma en gratitud interna por lo que en cada momento nos ofrece la existencia y la violencia recibida se abre a otras formas de relación.   

Esto que a muchos les parece tan sencillo, a otros tan obvio y a algunos nada claro ni evidente, es la base para conservar el equilibrio. Tenemos que ser pequeños ante los grandes que nos dieron la vida; adultos con quien escojamos como pareja; y progenitores para nuestros hijos.   

El ser humano quiere justicia. La vida busca equilibrio. En la base de todo siempre está el amor.   Publicado en El Revistín. Avilés.Agosto 2019   Soy Generosa Lombardero.
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¿Cómo se consigue la Atención?
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¿Cómo presta Atención el alumnado?
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La Sabiduría de cada Historia

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La Sabiduría de cada Historia

Cuando mi hija mayor nació, su futuro se dibujaba poco prometedor y yo entré en un estado de apatía, sentía profundo cansancio, dormía mal, siempre estaba bajo el velo de la tristeza y aunque nunca contemplé el suicidio, en ocasiones las ventanas de mi cuarto piso me parecieron bastante atractivas. Las circunstancias fueron suavizándose con el tiempo pero no por una transformación milagrosa de mi hija, sino por el cambio de mi mirada hacia lo que su lesión cerebral suponía. De la mano de la aceptación y la confianza la vida me permitió apreciar lo que me ofrecía el presente incluyendo a mi maravillosa Ángela. Dejé de preocuparme por lo que podría sucederle en el futuro, así pude apreciar el regalo de su presencia, su compañía y vivir con entusiasmo.

Uno de los principales objetivos en la vida es conseguir el bienestar, ser feliz independientemente de la circunstancia vital. Si les preguntamos a papás y mamás qué quieren como destino para sus hijos, casi la totalidad contestará: quiero que sea feliz, que viva sintiéndose bien. Sin embargo este regalo de linaje no se entrega desde la carencia sino que nace de la vivencia sostenida. Creemos erróneamente que nuestro propio sacrificio puede dar la felicidad al siguiente pero únicamente cuando los hijos están inmersos en el cariño sereno de sus padres, cuando respiran el bienestar y la felicidad puede pulsar internamente la paz, felicidad y el optimismo como propios. Estamos interconectados con los demás y nuestro bienestar tiene un efecto de latencia positiva en los demás.

Mantener un estado de bienestar en un mundo lleno de sufrimiento es un verdadero arte y como cualquier artista, requiere practicar en ese elemento para mantener las habilidades del aquí y ahora. En los momentos difíciles, en esos que nos sentimos amenazados y llenos de miedo, podemos acudir a la Atención Consciente ya que vivir en bienestar no es sólo cuestión de buena voluntad, de una decisión tomada, sino que requiere entrenar esas cualidades específicas que todos traemos de serie.

El bienestar, ese gran sentimiento de libertad, se deriva de la práctica del desapego. Desapegados de resultados y expectativas podemos percibir profundamente el disfrute de cada día con lo que nos traiga. Si entendemos el orden natural de la impermanencia, que todo es efímero y sometido al cambio con el tiempo, no nos sumimos en la desesperación y el sufrimiento cuando algo termina o no se cumple, sino que la sabiduría del desapego hace que podamos mantener la sensación de bienestar y felicidad durante toda la vida.

Del desapego nace la mente de aprendiz y el equilibrio. Se trata de abrirnos interiormente a cada instante como algo nuevo, limpio, totalmente diferente a cualquier otro. La mente sorpresa acepta lo que es, lo que está ocurriendo desde un punto de serenidad, sosiego y estabilidad que entiende la naturaleza cambiante amén de la profunda interpelación de todas las cosas. 

 

Todo lo que acabo de escribir quiero resumirlo con una simple historia zen, para aportar una imagen a la propia reflexión interna. 

 

Un día, el hijo de un viejo granjero dejó, por descuido, la verja del establo abierta. El único caballo que tenían, escapó. Todos los vecinos vinieron a solidarizarse: -“¡Qué mala suerte!”. Sin embargo, el anciano no se inmutó, solo dijo:- “Puede ser, puede ser”.

Al día siguiente, el caballo volvió al establo y trajo consigo otros diez caballos salvajes que le siguieron desde las montañas. Ahora el granjero tenía once caballos y se había convertido en el hombre más rico del pueblo. Todos los vecinos fueron a visitarlo y le dijeron: -“Parece que al final fue un golpe de suerte que el caballo se haya escapado”. El anciano solo les respondió: -“Puede ser, puede ser”.

Al día siguiente, mientras su hijo estaba intentando domar a uno de los caballos, cayó y se rompió una pierna. Al acercarse el invierno, sin la ayuda del hijo en la granja, el anciano tendría que afrontar grandes problemas. Los vecinos le dijeron: -“En el fondo, fue un error. Ahora tienes los caballos pero no tienes a tu hijo para que te ayude. Es algo terrible”. El padre, en vez de lamentarse, respondió: -“Puede ser, puede ser”.

Una semana más tarde el ejército llegó al pueblo y reclutó a todos los jóvenes para luchar en una guerra suicida. Era posible que ninguno de ellos regresara a casa. Sin embargo, como el hijo del granjero tenía una pierna rota, no lo reclutaron y se quedó a salvo en el hogar. Una vez más, los vecinos le comentaron la buena suerte que había tenido. Nuevamente el granjero contestó: -“Puede ser, puede ser”.

Ahora te invito a que valores en que medida te acercarías al bienestar soltando todo eso que tu mente dice que debes hacer, tener o ser para conseguir la felicidad. Tal vez descubras que merece la pena entrenar tu mente para el equilibrio. ¿Puede ser?

Tal vez tengas tu propia historia para aprender. Si este artículo te parece interesante, te animo a comentar y compartir.

 
 

Y tú ¿Que te crees?

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Y tú ¿Que te crees?

Quienes dormimos con niños, sabemos que “duermen por todas partes”. Duermen extendidos, acurrucados, con los brazos desplegados, encogidos, en jarras, sobre la barriga o aplastados por ella. Unas veces se desplazan durante el sueño o duermen como piedra de un profundo río en su intenso sueño (generalmente así están cuando los trasladas del sofá a la cama).

Las piernas pueden dirigirse en cualquier dirección de la veleta, tal vez en el sentido de tu estómago, sobre tu cara o encima de tu espalda. Casual y asombrosamente la cabeza reposa en la almohada o no. Duermen sueltos, en cualquier ángulo, dueños de toda la cama aunque sea compartida. Respiran sin esfuerzo mientras reclaman sitio y expansión.

Se adaptan, acomodándose al espacio disponible pero sin limitarse. Moverse es su manera natural de descanso y raramente se caen de la cama.

Esta tendencia natural se va desaprendiendo y limitando. Es algo muy revelador porque a medida que crecemos, acartonándonos en movimiento también nos volvemos rígidos en pensamientos y creencias. Nos vamos domesticando como las pulgas.

Amaestrar pulgas es algo muy fácil, siempre que se tengan las pulgas ¡claro!. Así se expone el método: primero se meten los insectos en una botella y allí dentro saltan y saltan para intentar escapar. Al cabo de un tiempo más o menos largo y muchos intentos de fuga, las pulgas dejan de dar brincos. Entonces se puede destapar la botella en la que se encuentran porque ya no pretenderán huir.

Algo similar se hace con los elefantes en India. Cuando es pequeño se le pasa una cuerda por una pata y se le ata a un árbol. El cerebro registra ese hecho uniéndolo a que no puede ir a donde quiere. Así cuando crezca si alguien le sujeta una pata con cuerda, aunque esta esté unida a un taburete, el animal se mantendrá impotente como atado a un gran árbol.

¿Por qué ocurre esto? La razón está en la creencia de que no pueden hacerlo y si no se construye otra contraria, no lo vuelven a intentar. 


“No se puede”; “ No es posible”; “ Te va a salir mal”; “ No se hace así”; “Te vas a caer”; “Lo ves, te caíste” “No lo hagas”; “Pero…¿quien te crees que eres?”; “No lo vas a lograr”; “No lo haces bien” ; “No sirves para esto”; “Nadie lo hace así”,,,

Es posible que hayas sentido que una parte importante de ti está infrautilizada y tal vez en tu vida existe algún área que crees limitada, donde sueles tropezar repetidas veces en la misma piedra y te has resignado bajo el pensamiento de que los resultados serán siempre negativos.

Entonces se puede afirmar que una parte de ti, está domesticada por tu personal forma de ver las circunstancias y has olvidado que tu habilidad de movimiento o para el salto es formidable, más de lo que imaginas.

“Adelante”; “Comienza”; “Eres hábil”; “Inténtalo”; “Puede ser posible”; “ Nada pasa si te caes. Repítelo” “Confía en ti” “Un reto es aprendizaje! “Hazlo creíble”…

Ahora te invito a mirar esos aspectos que han limitado tu personalidad. Esos en los que, como la pulga, te has rendido y tu cerebro cree que no puede. Tal vez reconociendo cuáles son, puedas quitar el tapón de tus propias limitaciones y saltar fuera. ¡Atrévete!

 
Publicado en El Revistín. Avilés.
 
 
 
DESDE LA ATENCIÓN, APARECE EL SENTIDO

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DESDE LA ATENCIÓN, APARECE EL SENTIDO

Todo a lo que prestamos atención crece y se magnifica.
Aquello a lo que miramos, nos regala información.
Hay universos escondidos tras el velo lo desconocido 
y también de lo común.

¿Conoces a la oropéndola dorada 
que aparece cuando el calor de la primavera 
pare a los insectos?
¿Te das cuenta que la belleza del jilguero 
le hace pasar su vida prisionero?
¿Sabes que los gritos del mochuelo 
se convierten en un sonido lastimero 
parecido al maullido de un gato?
¿Has oído hablar del diamante cebra 
que se usa como mascota?
 
El colibrí de capucha azul es símbolo 
de los dioses de la lluvia, del sol 
y la buena suerte.
Las ánades que viven cerca de los ríos 
pescan al amanecer y al anochecer, 
cuando su sombra desaparece.
El color del flamenco le viene de los alimentos que come.
El canto del martín pescador suena como dos piedras que se golpean 
y no parece saber hablar de otra manera.
El gorrión común no emigra, 
se queda en su barrio 
y come en el restaurante más cercano, 
sin embargo ya nadie le presta atención.
Hay cantos que suenan tristes 
y patas que se mueven tan rápido 
que se vuelven invisibles. 
¿Puede ser que tenga miedo?
 
¿No te parece que tiene gracia? 
En la cercanía, el conjunto cobra sentido.
Todo tiene su ser. Todo tiene su son.