SABER QUÉ ESPERAR

La vida sigue una secuencia. 

Cuando se va a dar a luz, las matronas nos acercan al proceso lineal que ocurrirá; antes lo transmitían las madres o mujeres que asistían en partos. 

Conocemos la forma de nacer, después sabemos que ocurre la pequeña infancia, niñez, pre-adolescencia y la propia transformación, en sí, juventud…todo predecible. Saber qué esperar es reconfortante, y no me refiero al control de la vida, algo imposible, sino a lo reconocible como natural. Saber qué esperar aporta calma.

¿Qué ocurre con el tránsito final? ¿Qué sucede cuando nos enfrentamos a la muerte? ¿Cuando ese futurible que creíamos lejano aparece y no es de la forma que esperábamos? Si es predecible ¿cuál es el estado anterior de la persona moribunda?. Si no lo es, ¿cómo se encaja el suceso?

¿Tenemos información sobre la muerte? ¿Queremos tenerla? ¿Hemos estado con alguien que se muere? ¿Cómo nos hemos sentido en este momento? ¿Cómo lo recordamos?  ¿Se trata de alguna manera el tema de la muerte? ¿Ayudaría la información a estar preparados y a disminuir el sufrimiento?

Es innegable que la vida tiene un fin. Acercarnos a la muerte, prestarle Atención Consciente, es acercarnos a la vida. 

En esenciadeatención.com aportamos, desde el Mindfulness transpersonal, una mirada tranquilizadora al último tránsito. Puedes encontrar unidades prácticas en https://esenciadeatencion.com/

La razón de mi Corazón

Un día para la muerte. La muerte, cada día.

Un día para la muerte. La muerte, cada día.

Oportunidad de Crecer

Hace unas semanas me comunicaron la muerte de una compañera. Había compartido con ella cuestiones importantes sobre educación, hijos, familia, emociones, salud…lo divino y lo humano. Su muerte me llenó de tristeza recordándome mis propias pérdidas personales.

Cada noticia de un fallecimiento muestra la realidad de nuestro propio fin. Sabemos que llegará ese punto final y aún así la noticia siempre sorprende.

Cuando es una persona muy cercana, muy querida, hay una sensación de incredulidad, como si no pudiera ser posible. El impacto repercute como un eco que nos acompaña con un sonido cavernoso, amplio, cerrado y vacío.

El tema de la muerte es un tabú que, sin embargo, normaliza en la existencia. Parece que queremos borrar la imagen de lo que sabemos que tarde o temprano llega.

Huimos de sus pensamientos rápidamente, perseguidos por la certeza de que el río fluye hacia delante y siempre desemboca en el mar, se funde con él. No querer afrontar a la muerte como pareja de vida, evadirse y no mirar a esta compañera de viaje, nos paraliza y aleja de un gran aprendizaje: “saber soltar”.

La sabiduría perenne de todos los tiempos ha intuido el hecho de que afrontar la muerte nos hace llevar una vida con sentido. Krishnamurti decía que el verdadero temor es, en realidad, a la vida.  Porque para encontrarle un sentido a la muerte, para aceptar y entregarnos al tránsito final desde la aceptación, antes hay que encontrarle un significado a la vida. Y ese es el verdadero temor.

Hay una necesidad exclusivamente humana de sentir que no hacemos este camino para nada. Hay algo que nos empuja a comprender profundamente nuestro comienzo unido al final. Las inevitables pérdidas que afrontamos, nos lo presentan en el recorrido para que lo mantengamos reprimido en la oscuridad o le demos sentido.

¿Tal vez algo más grande nos transciende y nos abraza? ¿ Quizá sólo dejando atrás la mente intelectual podremos comprender algo más? ¿Tal vez el dolor de las pérdidas tiene su función?

En cada duelo, en cada mirar a la muerte, hay un tiempo en que progresivamente nos alejamos de ese ser perdido. Desde ese lacerante dolor entramos en la apertura del corazón, maduramos, obtenemos nuevos recursos para renacer a la vida de manera diferente.

Negar una cara de la existencia, negar la muerte, es asegurarnos el sufrimiento. El camino para mitigarlo es acercarnos al dolor como algo natural de nuestra realidad. Así cuando aparece el dolor de la pérdida, a pesar de sentirlo eterno, lo abrazamos confiando en que se serena. De esta manera, el dolor cumple su función.

Si observamos la vida como un viaje de experiencias, una gran oportunidad de probar lo intenso del dolor y lo apasionado del placer, entonces podemos comprender quienes somos en realidad. El dolor de cada pérdida nos invita a mirar hacia dentro, a soltar la identificación con las acciones, objetos y personas que nos rodean. En la medida que soltamos esa identidad superficial, ese dni de nuestro personaje, podemos encontrar la esencia inamovible que no se puede dañar.

Gracias al amor, de quienes primero que yo se han marchado, puedo ver en cada pérdida una oportunidad para crecer. Puedo sentir el dolor al mismo tiempo que confianza y calma profundas. Esto lo da la comprensión transpersonal, la realidad de que todo es impermanente excepto la esencia que nunca cambia.

Somos esencia.

RAÍCES Y ALAS

RAÍCES Y ALAS

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Raices y Alas

Tenía la intención de escribir sobre el carnaval, sobre los disfraces que nos acompañan y ayudan a llevar la máscara diaria.

Algunas palabras bailaron alrededor de ese proyecto pero una cosa es el interés personal y otra muy diferente la realidad de la vida, que siempre desemboca en la muerte.

Hace siete meses murió mi hija, hace unos días ha muerto mi madre. Hija y madre, alas y raíces. Cuando fallece mi hija se quiebran la alas de mi alma. De ella recibí un regalo de aceptación, de admitir todo tal cual y sentir que así es como ha de ser, que es lo correcto.

Cuando se muere mi madre se mueve la raíz de mis entrañas.

De mi madre tomo la vida que viene de arriba, tomo su historia, lo que fue, lo que pasó y así puedo estar en sintonía con todo. Gracias a ella y a mi padre, tengo la gran oportunidad de existir.

La mejor forma de prepararse para la muerte es frecuentándola a menudo, siendo consciente de su continua compañía, aceptando que aparece en cualquier instante, puede que sin aviso y si bien su cercanía tiende a ser fuente de temor, dolor y desesperanza, también es un proceso donde lo esencial aflora con facilidad, lo superfluo se desprende y sólo queda lo verdadero.

Tendemos a creer, cuando llega este momento, que no es el adecuado o es demasiado pronto pero nunca dejamos de estar en tránsito.

Tener presente la muerte como transcendencia, hace que el tiempo que transcurre desde el nacimiento pueda ser una oportunidad para realizar un camino interior desde la identidad del yo hasta nuestra identidad profunda y fundamental.

Están siendo momentos muy intensos, un período de pérdidas significativas que suponen una gran transformación.

Pérdidas que pueden provocar sufrimiento pero lejos de ser así y a pesar de sentir una profunda pena, tengo el corazón abierto a una fortuna infinitamente mayor que la aparente tragedia del morir. Mi consuelo, como dulce bálsamo, está en esta certeza.

El alivio va más allá del ánimo emocional, es fruto de comprender que desde el primer hasta el último tramo de vida tiene sentido, es parte de ese círculo perfecto que cierra una biografía.

Abandono la mirada limitada a la realidad que juzga desde la pequeñez de los sentidos. Tengo presente que todo aquello que no puedo oler, ver, oír o tocar sigue existiendo más allá del recuerdo o el olvido y eso me hace sentir un profundo agradecimiento. Gracias a mi madre, a mi hija y a los que antes que yo allanaron el sendero.

Gracias por hacer mi vida mucho más rica en luces y sombras, más armoniosa y serena. Gracias por ser mi referente, mi fortaleza, mi respaldo y mis maestras.

Gracias a ambas por enseñarme que el amor se aprende, se repara y que cuando fluye hacia nuestro propio árbol, hacia nuestro sistema, fluye también hacia los demás.

Me quedo con la vida como herencia para ser feliz en vuestro honor. Seguimos unidas por infinitos e invisibles hilos de amor.

 

 
Artículo publicado en El Revistín. Avilés Feb 2018