NAVIDAD, CARA B.

Se respira Navidad.

En mi propósito de escribir sobre gratitud aparecen personas que me hablan de la añoranza que les envuelve en estas fechas, la soledad que sienten sin alguien, la tristeza que les embarga y la depresión que les produce: “Borraría del calendario esta época del año”. Aunque se pudiera hacer, aunque apareciera un puente, cruce de Noviembre a Enero, no evitaría que cualquier otra cosa despertara el sentir, que siempre, siempre, es personal. Todos atravesamos periodos de tristeza, soledad o infelicidad. Ciertas circunstancias de la vida, o más bien, nuestra reacción ante ellas, hacen que lo veamos todo negro. San Juan de la Cruz utilizó “noche oscura del alma”, como metáfora, para describir esa fase de soledad profunda y desolación.

Se usan de manera muy arbitraria la palabra tristeza y el término depresión. No resulta fácil diferenciar la tristeza intensa de la depresión, aunque a niveles especializados hay puntos que marcan claramente la diferencia entre ambas. Cuando el bajón anímico, el estado de tristeza, se acaba instalando como desánimo permanente es cuando se bordea la depresión. “Me siento depre en Navidad” es una frase fácil de escuchar que acota muchos momentos. Sin embargo una depresión no es lo mismo que intensa tristeza. O al menos, no sólo.

La tristeza es una emoción viva y fluida que forma parte de la existencia; mientras que la depresión es una densidad pesada que obstruye y pone trabas al hecho de vivir. Quiero hacer entender que la tristeza es consustancial al ser humano, de hecho está incluida en la felicidad. La felicidad no es un estado exacerbado de alegría desorbitante.

La felicidad es una serenidad sostenida donde todas las emociones tienen cabida. Todas.

La tristeza es vida, es adaptación, favorece el equilibrio emocional e indica que estamos en una fase de cambio. Es una emoción que nos contrae, invitando a mirar hacia dentro para reorientarnos interiormente. De esta manera, desde el interior, se puede modificar lo necesario, exteriormente. Dolor interno y nostalgia vienen en su compañía para ralentizar la actividad, porque un ser doliente no puede ir a gran velocidad. Insisto que es una señal para adecuarse y que la vitalidad regresa en un tiempo razonable. Cuando la tristeza se mantiene en el tiempo y va ocupando más áreas, estamos en la antesala de la depresión. Cuando afecta a la salud, dificulta nuestras relaciones, interfiere en el aspecto laboral o en el disfrute del descanso, esa regulación natural para la que se ha creado, está paralizada.Y, aún así, cuando se llega a la depresión, ¿es ésta un error? ¿supone una incapacidad real para afrontar las circunstancias? ¿estamos ante un desequilibrio emocional si fin? ¿es una tragedia? ¿puede haber una oportunidad, detrás de la noche oscura del alma?

Como Educadora Transpersonal propongo el conocimiento interior desde la práctica del Mindfulness.

Observación desde la quietud y el silencio como base para la inteligencia emocional. No hay otro camino, si se desconoce algo, la gestión es imposible. Las emociones nacen del mundo interior de la persona, y la mala prensa califica como negativas a algunas de ellas. Hay un juicio de valor sobre la tristeza, el enfado o la rabia, en general sobre aquellas que nacen del miedo, que no se corresponde con la realidad. Todas nos ayudan a sobrevivir, a adaptarnos y a cambiar, por lo que el conjunto entero es positivo. Si se comprende que, todas ellas, tienen su finalidad, podemos darnos permiso para sentirlas y mirarlas con curiosidad. Si aprendemos a respetar su espacio y voz, puede que nos trasmitan su mensaje. Quieren comunicarnos algo que está debajo del sentir, sea este grato o desagradable.

En muchas ocasiones, la tristeza se nutre de pensamientos que aumentan innecesariamente el malestar; otras veces, es lo más apropiado para las circunstancias. Sea como fuere, cuando aparece, lo más importante es ser consciente, “darnos cuenta” de cómo nos sentimos, sin intentar buscar explicación o algo que la justifique. Permitirnos sentir, darnos permiso y tiempo porque los episodios de dolor son algo natural que nos muestran una pérdida, una despedida, un cambio de ciclo o un final. Si reprimimos el dolor, si evitamos la mirada hacia la herida, tarde o temprano pasa factura y llegará la depresión que nos inmoviliza para que enfrentemos lo que hay. Si no se mira la herida, la tristeza se torna en depresión. El regalo de la tristeza aparece como tiempo útil para la introspección, 31 Educación transpersonal para expresar el dolor de una manera adecuada.

Conocemos por contraste, por comparación de los opuestos. Lo grande es diferente a lo pequeño, lo áspero a lo suave, lo frío a lo caliente, la oscuridad nos muestra la luz. Así también conocemos el miedo frente a la seguridad y la tristeza está presente en la vida para que reconozcamos la alegría. Cara a y cara b dan el resultado completo. Si intentamos amputar uno de los polos, malogramos el opuesto, impedimos su desarrollo.

Intentar eliminar, juzgar como poco o nada adecuados los sentimientos dolorosos o desagradables repercuten desfavorablemente en nuestra vida emocional. Así en el intento de evitar la tristeza, restamos intensidad a la alegría, al entusiasmo y a la curiosidad. Nuestra elección es elegir todo, o no tener nada. Aceptar los altos y bajos del tobogán o no descender por él.

La tristeza es saludable porque indica que hemos perdido algo, es el dolor por una ausencia. Puede ser por una separación, un divorcio, un abandono, la pérdida de un estatus, perder el trabajo, la muerte de personas queridas o la cercanía de la propia, rupturas familiares o de amistades, abortos, lo que podría haber sido y no fue (como la discapacidad de un bebé). Puede ser por perder habilidades físicas, mentales o posesiones a las que estamos muy apegados. Aparece también al finalizar una etapa de nuestra vida, como un cambio de década (las famosas crisis), la jubilación, la llegada de los hijos o nietos… nuestro recorrido está lleno de ciclos que se abren y cierran con dolor. Si así lo hacemos el siguiente nos trae transformación.

¿Cuándo es la tristeza un problema?

Cuando nos enroscamos a ella y nos resistimos a soltarla; en el momento que nos esforzamos en evitarla sin indagar en su mensaje; cuando la negamos o reprimimos, colocándonos la capa de superhéroes, tomando el personaje de personas fuertes que pueden con todo, seguramente por miedo a mostrar esa vulnerabilidad que sentimos amenazadora. Muchas personas toman la tristeza como filosofía de vida, esto las desvitaliza e impide que se muevan y que lleguen cambios. Es entonces cuando es necesaria una revisión, observar qué está sucediendo para, probablemente, cambiar el enfoque. Si no es así, la tristeza acaba en depresión.

No quiero extenderme en el espectro de intensidad y manifestaciones de la depresión sino romper una lanza en favor de cualquier emoción con su mensaje. Adquirir el hábito de prestarse Atención, sentir el cuerpo y descubrir los pensamientos dolorosos que aparecen, sobre pérdidas, fracasos, errores o defectos. Porque nada lo es, todo forma parte de la vida.

Retomando el comienzo y mi primera intención, quiero dar gracias. Siempre es momento adecuado para la gratitud. A quienes leen mis artículos porque brotan de mi necesidad de expresión y con el propósito de ser leídos por alguien. Gracias a las personas que me hablan de su utilidad porque la Educación Transpersonal es algo que por desconocido, no se acomete y si este espacio sirve para ello, me hace sentir muy satisfecha.

Dar gracias a la vida, en cualquier época. Gracias por todo y por tanto.

Feliz Navidad, por ambas caras.

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Artículo publicado en el Revistín. Avilés. Dic 2019

Compromiso con la vida

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Compromiso con la vida

Todo ser humano tiene unas necesidades que son comunicadas a través de las emociones. Protección, contacto, seguridad, atención, descanso, reconocimiento…todas anunciadas a bombo y platillo por el embajador emocional.

Cuando no somos capaces de ver lo que aflora en nosotros, cuando huimos de la emoción, estamos negando nuestra humanidad, lo indispensable.

El  principal protagonista de la vida de cada ser es…ese ser. Observar en cada ámbito de la vida cuáles son mis necesidades, no es egoísmo, es atender la coherencia desde el buen juicio. Porque la emoción hace evidente un problema que la razón ha de resolver.   

No se requiere preparación para lo fácil, para la alegría o para el placer. Cuando en el propio existir aparece lo agradable, no buscamos la fortaleza que reside en nuestro interior sino que nos permitimos sentir lo que acontece. En las situaciones complicadas requerimos que aparezca esa fuerza que nos guíe para no perder el norte.

El conocimiento interior es precisamente eso, un ánimo resistente que dirige como un timón. No elimina el dolor, la tristeza o el miedo porque esto es consustancial al ser humano, sin embargo aporta paz, seguridad y favorece la comprensión de la vida en su dimensión total.

ayuda enormemente a llevar con más ligereza las circunstancias poco gratas.   Puedes preguntarte: ¿Qué no va bien en mi vida? ¿Puedo mirar hacia aquello que me desagrada? ¿Me enorgullezco de cómo lo encaro? ¿Qué ocurre cuándo tropiezo una, otra y otra vez en la misma piedra? ¿Cuánto de compromiso hay conmigo?   Son tantas las preguntas que nos podemos hacer, mindfulness ayuda a vernos a nosotros mismos  

Compromiso con nosotros mismos

Distintas respuestas o reacciones aparecen ante estas preguntas:  

Hay personas que ante una realidad difícil, la niegan y afirman insistentemente que están perfectamente, que no necesitan cambiar y no hay nada que mejorar. Dicen estar bien pero no lo están; existe algo que no gusta pero se niegan a verlo y generan un mecanismo de escape para no afrontarlo.  

Crean algún tipo de evitación ante la sensación desagradable. Seguro que en la mente del lector aparecen ejemplos de esto. Una adición al trabajo para evitar afrontar la comunicación con adolescentes o con la pareja, puede ser una buena imagen.  

“Reconozco que hay un desafío, sin embargo no se puede resolver porque no se pudo en el pasado” Este es el soporte para quienes no quieren acoger nada nuevo con actitud de aprendizaje.

Hay que reconocer que no lo sabemos todo y nuestro pequeño ego humano es, en ocasiones, muy pesado para abrirse a otras posibles vías. ¿Qué me va a contar nadie de mi problema, que yo no sepa? Siempre hay la posibilidad de abrir la mirada ante cualquier cosa o circunstancia vital, reevaluar la situación y no encerrarnos en nuestra propia ignorancia.  

Otros individuos (el más numeroso) aceptan y afrontan el reto con una promesa. Siempre en el futuro, siempre incumplido. El asunto se resolverá después de un cuando: cuando cambie mi economía, cuando conozca a alguien, cuando termine esto o pase aquello, cuando aparezca milagrosamente el tiempo necesario, cuando compre tal o cual, cuando adelgace, cuando esté en forma…

La voluntad se lanza hacia un porvenir impreciso, así se mantiene constante la solución en una colorida ilusión futura.  

Asumir qué todos tenemos conflictos, problemas, desafíos y defectos. La vida no lo es sin estos componentes. No encontrar solución, ofrece la opción de pedir ayuda. Bajarnos de nuestras expectativas ante cómo debería ser para solventar la cuestión, abriendo la mente a otra mirada.

Desde la humildad, saber solicitar apoyo para descubrir la fuerza que hay en esa acción. La petición de ayuda, lejos de ser una debilidad, es un refuerzo de nuestra fortaleza.  

Mirar hacia otro lado no evita la responsabilidad que nos pertenece. 

La emoción con su tenacidad siempre nos indicará si existe la voluntad y el compromiso hacia uno mismo. Si hay compromiso personal, entonces surge la satisfacción, como forma de amor propio.  

¿Te comprometes? El amor siempre está ahí para indicar cual es el camino adecuado.  

Soy Generosa Lombardero.
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Algo Ligero

Unas preguntitas al final del texto para la autoindagación. Algo ligero pero que lleve a la reflexión y a un posible giro en la manera de conducir la vida. 

Las emociones nos mueven a la acción, de hecho la palabra deriva del latín “emotio”, que significa movimiento o impulso.  Las hay agradables y otras poco gratas pero aunque las etiquetamos como “buenas” o “malas”, todas tiene una función importante: la supervivencia. 

El miedo a un amimal que se abalanza de manera imprevista sobre nosotros hace que reaccionemos con rapidez dando un salto para salvar la vida. El enfado cuando alguien se cuela delante de nosotros en una cola puede hacer que reclamemos nuestra posición y no nos dejemos avasallar, defendiendo nuestro espacio físico, psicológico  y nuestro autorespeto en el mundo. La tristeza ante la pérdida de un ser querido permite que otros nos abracen y consuelen, lo que nos recuerda que no estamos solos en el mundo. La alegría nos permite reír con los demás y fortalecer vínculos con nuestro grupo, familia y amigos. 

Podemos reconocer que los estados de ánimo internos se reflejan en ciertas señales corporales y cómo, retomando su sentido etimológico, “nos mueven”. Somos seres emocionales, no hay ninguna duda y de cómo nos relacionemos con ellas, depende “hacia dónde” nos movamos: podemos ir hacia la serenidad y el bienestar, o caminar hacia el abismo del miedo y el vacío absurdos. 

Por eso es tan importante el modo que las gestionamos. Saber gestionar adecuadamente las emociones es beneficioso para todos los ámbitos de la vida. 

¿Cómo es tu relación con las emociones
¿Las gestionas o te dominan?
¿Son pesadas o ligeras?
¿Te elevan o te aplastan?