Aceptación.
«Sí». Decir «sí» a lo que es, a lo que está, a lo que hay. Admitir que las cosas son como son.
«Sí». Es mucho más que tolerar, que resignarse y no intentar. Consiste en mira a los ojos del problema y abrazarlo porque éste existe. Es una ideología vital base del budismo: Sí, ocurre y lo afronto.
«Sí» es el pistoletazo de salida para la acción que transforma, para cambiar lo necesario. Variar nuestra visión del mundo interior y exterior, aceptando la perspectiva que tenemos de nosotros mismos para así, progresar.
Estamos acostumbrados a revolvernos y batallar contra la realidad; a intentar cambiarla si nos daña y nos desgastamos en un combate inútil que nos hace sufrir, nos entristece y nos amarga.
Lejos está la pasividad de ser cobardía ni sumisión, sino que se convierte en un actuar mejor, más calmado y orientado a comprender.
Aceptarnos a nosotros, al ajeno y a las circunstancias son los tres lados de este triángulo. Cuando consentimos las fragilidades propias, éstas se convierten en nuestra fortaleza, abriendo así nuevos caminos de pensamiento y comportamiento.
Admitiendo que algo existe en otro, nos preparamos para asumirlo y afrontarlo inteligentemente.
Aceptando la enfermedad podremos luchar contra ella, ¿cómo podríamos hacerlo si no?.
Si reconocemos que la guerra o el hambre están ahí, podremos dar una solución que no parta del mismo plano de miseria en que fue creada.
Los asturianos hábilmente hemos trasladado esta virtud al lenguaje coloquial con nuestro: «Ye lo qu’hai».
Pues eso.