¿QUÉ TE HARÍA SER MÁS FELIZ EL PRÓXIMO AÑO?

Andando, viendo, viviendo y preguntando-nos.
Las respuestas siempre se encuentran en el corazón con sus fases cambiantes, como la luna.

Cuando somos pequeños nos dejamos atravesar por lo que haya, sin cuestionarnos si esa situación es perjudicial o no. Nadie está preparado para hacer frente a situaciones físicas o emocionalmente traumáticas, dependemos de que el adulto o la figura de referencia nos ayude a sostenerlas. Si esto no ocurre así, las inhibimos, las guardamos debajo de nuestra alfombra personal como defensa. Simplemente vivimos sumergidos en el caldo de cultivo que nos toca, aprendiendo por inmersión.

Pasan los años y en la pubertad comenzamos  a creer que la felicidad llega con un cambio exterior o lejano. Es por eso que estamos en una continua transformación de nuestra imagen y aparecen los “seré feliz cuando”…para descubrir que si se alcanza esa cumbre o el objeto de deseo la felicidad se desvanece, lo conseguido se vuelve habitual y aparecen nuevas ansias.

En la juventud ya hemos visto que la felicidad no se obtiene con las cosas. Entonces se vuelve la mirada hacia el interior y aparece la idea de que seré más feliz si me cambio a mí mismo. Si soy más organizado todo estará mejor, si soy más sociable o tal vez más proactivo, si soy…pero cambiarse a uno mismo no es tan fácil, hay muchas resistencias y autosabotajes.  El mundo interno tiene vida propia, no somos dueños de los pensamientos y emociones que escapan al pretendido control. Nos identificamos con lo que creemos que somos e inconscientemente volvemos a lo de siempre aunque no nos esté haciendo felices. 

Tal vez llega el momento maduro de pedir ayuda para cambiar y se comienza un camino de autodescubrimiento guiado. Si hasta aquí hemos llegado, es cuando se empieza a reconocer cuan alargada es nuestra sombra y que no se puede batallar contra una parte, aquella que no gusta. Hay que integrar el caos y el orden, un lado hace crecer y otro menguar como decía Alicia la maravillosa, no hay puntos fuertes sin sus contrarios. Intentar eliminar lo que se considera negativo, hace que aparezca con más fuerza. 

Es entonces cuando comienza a aparecer la estabilidad y que las cosas marchan a favor. A partir de este momento se afronta la vida de manera más serena, con más valentía y superando los miedos. Ya se entiende que no somos algo que se alcance con el esfuerzo sino algo que se descubre dentro. No hay nada que incomode hasta el punto querer evitarlo. Es cuando se puede observar con perspectiva y soltar aquello que sobra y hace sentir mal. 

Diferentes etapas que van creando la voz infantil, la adolescente, la joven y la adulta, hasta llegar a la sabia. Todas están y permanecen siempre en cada persona, aparecen por una razón y para decirnos algo. Tal vez ahora, en Navidad.

¿Cuáles reconoces en ti?
¿Susurran o gritan?
¿Qué te dicen?
¿Qué te  piden? 
¿Qué te sobra?

EN ENERO ME PONGO A ELLO, ¡SIN FALTA!.

Aplazando, siempre vamos aplazando lo realmente importante. Aquello que nos hace sentir bien, convirtiendo el bienestar o la felicidad en una zanahoria que nunca se alcanza. Vamos juntando todas las intenciones para un futuro que nunca llega.

Con el cercano cambio de año los buenos propósitos imperan y son muy evidentes las promesas con nosotros mismos. En otras fechas el futurible puede ser más lejano aún: cuando me jubile voy a dedicarme a bailar; el eterno-próximo lunes empiezo la dieta; cuando tenga tiempo iré al gimnasio; tal vez en septiembre comience pilates;  cuando me sobre el dinero…; cuando los niños crezcan…; cuando apruebe las oposiciones…; cuando tenga pareja…

Creemos que todo se resolverá mágicamente, que aparecerá el dinero, el momento, las ganas, las oportunidades y desaparecerá el hambre, los obstáculos, la crianza, el ansia, nuestra madre o la pereza. Los hados mágicos se pondrán de acuerdo para facilitarnos la acción de ese momento siempre futuro. 

Pasa el tiempo, las semanas, los años, las décadas y no conseguimos eso que deseamos realizar, posponiéndolo una vez más. Tal vez hayamos iniciado esas clases de pintura a las que siempre quisimos ir y es entonces cuando la lógica encuentra una muy buena razón para abandonar. El intelecto se apodera del sentir aunque la sensación sea de bienestar. 

Esta pretendida  gran transformación (futuro en nuestra vida) normalmente va acompañada por “tengo que” o “debo de” en nuestro diálogo interno. Estas formas de amenaza son bastante cuestionables como pareja de transformación porque es vivir con un continuo ultimátum sobre la cabeza. Frente a las amenazas reaccionamos volviendo, en cuanto se puede, a lo anterior y lo que necesitamos para un cambio vital, prolongado en el tiempo hasta convertirse en un hábito es una respuesta paciente y compasiva. 

Existe en cada uno de nosotros un Yo con patrones de pensamiento, emociones y forma de actuar que se ve intimidado por ese Nuevo Yo que pretende aparecer con avisos y riñas constantes para lograr nacer en esas diferentes costumbres. Hay justificaciones subconscientes que la razón no ve y que minusvaloran al Yo Antiguo con el que hemos vivido hasta ese momento.  

El “yo soy así” ni “ésta/e soy yo” existen como identidad y el bienestar va acompañado, no de estrés sino de una imagen de aprendizaje y visión de mejora. Si entendemos quienes somos podemos hacer que esas metas sucedan. No desde la dolorosa autocrítica  sino desde la comprensión,  el ánimo, tiempo para apoyarnos y entender cada proceso. Únicamente tratándonos como nuestros mejores amigos o amorosas compañeras llegaremos a ser como nos beneficia ser porque la amistad es amable y comprensiva.  

Siempre da mejores resultados protegernos por nuestro ángel que asustarnos desde nuestro demonio. ¿No crees?

…DONDE TENGO QUE IR.

La cotidianidad es de todo menos aburrida. Se puede tener charlas fantásticas con grandes filósofos en la frutería o en la tintorería. Una pregunta puede encontrase con la posible respuesta, aunque en multitud de ocasiones son amenos monólogos paralelos llenos de consejos personales, comparaciones con lo propio, juicios de valor y demás creaciones del pensamiento. Los minutos pasan entretenidos mientras se espera para comprar unos mangos o a la consulta del pediatra. Se habla de todo y de todos. Cuando no se habla se escucha porque así se aprende. Ya decía un poeta: “Aprendo yendo donde tengo que ir».

Puede que  en estas brevedades se de que alguien abra su corazón, simplemente se queje o  acompañe con unas risas espanta-penas la situación del mundo, de la educación o de la enseñanza.

Vivimos en un momento de profundos cambios, desbordados por un exceso de información que no sabemos manejar.  Los que tenemos hijos seguimos educándolos de la misma manera que hicieron con nosotros. En la escuela adquieren de forma mecánica una serie de conocimientos de los que después son examinados  dependiendo de baremos estándar, creyendo que eso es útil para un porvenir sinónimo de felicidad. Sufrimos y les hacemos sufrir cuando vemos que no llegan a los niveles adecuados o cuando se rebelan contra ese orden impuesto. Nos desconcierta cuando nos cuestionan para qué va a servir toda esa información obsoleta, nos hemos creado unas expectativas que no vemos cumplidas porque provienen de nuestras propias carencias personales. ¿No nos estaremos estancando en el pasado?

Los padres se quejan de los docentes; los docentes de las familias; los educandos sienten falta de interés, ausencia de motivación. No ven nada qué merezca la pena y les aplasta el desánimo. Algunos recuerdan otros tiempos cuando los estudiantes tenían más ganas de aprender, preocupados por saber cosas nuevas… La culpa anda suelta y es lanzada sin tener ningún amo con el que detenerse.

¿Y si miramos más allá? 
¿Y si consideramos esta época con sus diferentes circunstancias?
¿Y si vemos lo que ha dejado de ser válido para encarar la vida?
¿Y si somos más comprensivos con los otros, con nuevos modelos y nuevas formas, sin entablar una lucha por el cambio sino acompasando lo que hay hacia lo que se avecina?

Es importante una reeducación, tanto de padres como docentes, para que mirando a los ojos de los más jóvenes podamos ver con facilidad su esencia única y personal, con cualidades que podemos ayudarles a potenciar. Si prestamos un apoyo basado en la experiencia pero no directivo, estaremos reforzando su autoestima e incitando a experimentar sin temor a decepcionarse o decepcionar. Probar esto o aquello que les guste, por muy peregrino que pueda parecer. 

Hay que generar Ilusión por la vida como una gran aventura que conlleva grandes sorpresas, unas alegres y otras con las que se comprueba la capacidad para seguir adelante. Abrir puertas hacia el corazón y desde él atravesar los obstáculos. Ese es el motor para crecer, crear, creer y avanzar…hacia donde tenemos que ir, para aprender.


BLANCO O NEGRO. PERFECCIÓN O INUTILIDAD.

Cerca de mí una mamá critica a su hija y censura todo lo que hace, la miro y me observo. Muchos padres creen que la crítica es adecuada para que el niño mejore pero tristemente el efecto es el contrario. No sólo mina la autoestima y su seguridad sino que le convierte en un «siempre-descontento». Los que hemos sido educados así, ahora de adultos tenemos la opción de reconsiderar muchas cuestiones de la infancia y elegir ser conscientes. 

Cuando prestamos Atención y nos observamos, empezamos a reconocer hasta que punto desvirtuamos lo que percibimos de la realidad para tratar de sentirnos mejor.  Caemos en estados mentales que nos favorecen poco y nos intoxican mucho. La queja y la crítica son los más dañinos, un colchón para regodearse y descargar la culpa sobre los demás o sobre las circunstancias. 

¡Qué cambien todos!: el jefe, mi pareja, el profe, lo padres, mi hija, el gobierno, el vecino, la frutera, el taxista, el médico por supuesto y las normas de la comunidad…Yo no, porque estoy en posesión de la verdad!. La mía, claro. Exijo a los demás lo que yo no estoy dispuesto a hacer, sin comprender que los otros funcionan desde el mismo punto de vista, el propio.

La queja, la crítica y su hermana la culpa hacen que siempre miremos hacia un lado diferente al que realmente interesa. Quejarse es fácil, sobre todo sin dar alternativas; culpar también lo es; la responsabilidad para conseguir algún cambio no lo es tanto, menos aún si el que tiene que cambiar es uno mismo.

Colgamos etiquetas simplistas como bueno o malo, alejándonos de esa sabiduría discriminativa que mira más allá y reconoce que la vida es ambigua y mas compleja que el blanco o negro, el soy perfecto o soy inútil.

Ocurre que esa queja externa va unidad a una gran autocrítica interna. No podemos hacer cosas diferentes dentro y fuera, una actitud de queja refleja una mente quejosa, también con uno mismo. A nadie le gusta admitir los defectos, pero hay personas para las que la imperfección (vista desde sus ideales personales) les resulta insoportable, experimentando estrés y ansiedad cuando las cosas no salen como ellas creen que deberían. Las expectativas de los perfeccionistas son irreales y conduce inevitablemente, ocurra lo que ocurra, a la decepción. 


Al descubrir este lío nocivo, enroscados en el «quejiquismo», lo ideal es no seguirnos el juego ya que nuestra visión está sesgada, contaminada por la química de esas emociones contractivas.

La cuestión es descubrir que la mente nos engaña con la idea de la perfección.

¿Ser Perfecto o Ser Humano?



“QUIERO CUATRO LITROS DE MIDICINA”

-«¿Cuatro litros? ¿De qué medicina?
-De esas que curan cuando estamos enfermos
-Claro!, si estamos sanos no las necesitamos. ¿Y qué ha de curar esa medicina?

-Todo: el sarampión, la tosferina, el dolor de barriga, las picadas de mosquito y los pies sucios, que quite el dolor que sentimos cuando se nos atragante algún hueso y también sería estupendo que sirviera para abrillantar muebles.

-Tú no estás bien de la cabeza ¿verdad?

-Por eso estoy aquí. Quiero que me de una midicina con sabor a fresa, que quite el zumbido de los oídos y si además quita los mareos, los granos en la nariz y los pinchazos en el pecho, sólo faltará que cure el dolor de muelas…entonces habré encontrado exactamente la midicina que necesito.”

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Mis hijas han descubierto a Pippi Lamstung. Están fascinadas con todas las aventuras y la creatividad de este espíritu libre que no tiene anestesiada la imaginación. http://bit.ly/2dPsbSH 

Buscar ese tipo de “midicina” es lo que todos queremos, algo fácil que sirva para casi cualquier cosa, desde el simple catarro a la depresión, pero cuando sabemos que hay que tomar los cuatro litros de ese sabor a fresa, aunque sea a pequeñas cucharadas, la cosa cambia. 

Es lo que ocurre con la Atención Plena. Es algo sencillo, insípido e inodoro, barato, sin efectos secundarios, no se necesita nada ni a nadie, su práctica es discreta y sus beneficios son numerosos; sin embargo, no todo se consigue estando en el aquí y ahora.

Ocurre que la corriente imparable de la existencia nace con entusiasmo y curiosidad pero la interpretación de nuestras circunstancias personales se van colgando a la espalda tal que mochila o Mono de Pippi y hace que esa corriente pierda fluidez. Son memorias que el inconsciente guarda sensitivamente con celo y se reactivan una y otra vez en muy diversas formas (estrés, reacciones impulsivas, irritabilidad, síntomas físicos…)
La meditación trata de calmar el cuerpo, la emoción y la mente para “desde esa calma” poder ver y acceder a la mejor versión de uno mismo. Con este acercamiento al verdadero ser, los viejos pensamientos, registros y creencias que no ayudan, caen por sí mismos, actualizándose así el software de esa persona. 

Se trata de prestar Atención a los instantes de vida, a lo que surge, sin ser una seta aburrida y si esto no se consigue, al menos podemos darnos cuenta que tenemos el mono a la espalda.