Muchas veces nos marcamos objetivos y no logramos alcanzarlos o los posponemos para el próximo día, mes o año. Tratamos de conseguirlos rápido pero es poco fácil mutar hábitos mentales instalados desde hace mucho tiempo. Es más útil cambiar a poquitos y es lo que se pretende en los cambios integrales, se llama técnica KayZen ( kay= cambio, zen= sabiduría) cambiar la vida lenta y sabiamente.
Los nuevos hábitos deben instalarse como resultado de nuevo conocimiento y nuevas experiencias. Con el intelecto sólo no basta, la idea es que debemos practicar lo nuevo durante poco tiempo todos los días. La resistencia y las excusas siempre son mayores cuando proponemos cambios que nos llevan mucho tiempo en el día. (por ejemplo, ir al gimnasio todos los días, varias horas).
Nuestra cultura afirma que únicamente mediante esfuerzos enormes puedes conseguir los objetivos propuestos y esto no es cierto en absoluto. Gastar mucha energía puede acabar agotando a la persona sin obtener resultados. Dando pequeños pasos avanzamos en el camino y esto es fundamental al crear nuevos hábitos. Hay que anclar las sensaciones de logro cuando conseguimos cumplir con nuevas rutinas breves. Eso genera confianza y nos liberan de culpa e impotencia.
El cambio radical e instantáneo puede ocurrir, por supuesto, aunque es poco frecuente. Lo más normal es nutrirnos de lo que nos sirve para grabarlo y soltar lo que nos entorpece. Así es, a pequeños pasos se suben los peldaños.
Las circunstancias de la vida no dependen de nosotros y una parte de nuestra libertad está atada a sus caprichos. Sin embargo, hay otra libertad más sutil e íntima. Una libertad innata del ser humano y que nadie nos puede quitar. La de elegir cómo jugar las cartas que nos tocan, en este juego existencial.
Efectivamente, si el escenario en que nos colocan, es inevitable; no lo es la actitud que decidamos tomar ante él. Se puede encontrar el camino sin dejarnos llevar por la desolación y el determinismo. Podemos renacer, somos capaces de salir adelante, porque hay una batería de recursos escondida en nuestra fortaleza.
Tras una caída podemos levantarnos, lamer nuestras heridas y reconstruir los destrozos. Resurgir de las cenizas para comenzar de nuevo, porque, si miramos hacia atrás, seguro que en algún punto de nuestra biografía ya lo hemos hecho antes. Tal vez varias veces.
No siempre es fácil pero debemos creer y confiar en esa posibilidad. Dar tiempo, acompañarnos con paciencia desde la ternura, abrazar al dolor para suavizarlo y, poco a poco, la suave calma llega después de la tormenta. Somos capaces, incluso desde la alquimia mágica que es la creatividad, de transformar el sufrimiento en belleza. Tal vez más poemas, más humanidad, más escucha compartida, más humildad, más serenidad y aprecio de lo que somos. De lo verdadero.
Estamos digiriendo y purificando para generar esa profunda firmeza que parte de nuestras raíces, de cada árbol de vida, de nuestro origen. Si hemos llegado hasta aquí, podemos, sin ninguna duda, dar un significado a esto que ocurre y crear una nueva oportunidad.
¿Diriges tu vida? ¿Sueles anticipar realmente lo que va a suceder? ¿Le das vueltas a lo que te dicen? ¿Estás pendiente de lo que hace tu pareja? ¿Te enfadas porque los otros no hacen lo que tú crees que deben hacer? ¿Asumes parte o todo el trabajo de otros? ¿Confías en los demás? ¿Criticas las decisiones ajenas? ¿Lo tienes siempre todo pensado? ¿Les dices a los tuyos lo que tienen que hacer? ¿Crees que los demás tienen segundas intenciones? ¿Las cosas tienen que estar en el sitio que tú decides para que te sientas bien? ¿Tiene que estar todo perfectamente programado¡’ ¿Delegas? ¿Aceptas hacer cosas que tú no habías pensado? ¿Te dejas querer? ¿Sabes recibir? ¿Sabes abandonarte? ¿Puedes dejar de estar en tensión? ¿Qué tal el cansancio? ¿Puedes dejar de controlar? ¿Realmente controlas?
«El ser humano que sufre antes de lo necesario, sufre más de lo necesario».
Te propongo actividades para tu bienestar personal, para reconducir conductas que sientes te perjudican.
Lo que vivo condiciona lo que escribo, las vivencias con mis hijas condicionan el filtro de mi visión y de mi palabra.
Me emociona enormemente la necesidad de amor en los niños. Como buscan la mirada, la caricia del paternaje o la sonrisa materna. “Mira mamá”, “Mira, mira, mira!, y aunque tuviera cien ojos no podrían abarcar su avaricia de atención que no es más que fuente de amor. Cierto es que no todo el mundo es padre o madre, sin embargo todos somos hijos o hijas. Todos procedemos de alguien. Es un denominador inclusivo en cualquier ser humano.
La relación con los padres influye y determina totalmente el proceso de maduración de los hijos. En este vínculo, como hijos e hijas, somos tremendamente vulnerables al rechazo, miramos muy de cerca la aceptación como regalo, somos muy sensibles al dolor que nos trasmiten, a la capacidad de vivir alegremente, a su confianza, a su presencia y también a su ausencia. Nuestra experiencia en esta relación de partida nos define como personas.
Quiero aquí aclarar que aún existiendo una gran distancia física o emocional, existe relación. Podemos calificarla como buena o mala pero el nexo es inevitable. Ni la ausencia o el desconocimiento del origen evita esta marca de nacimiento porque la relación de no relación es un vínculo.
La mayoría de las personas guardamos, en lo más hondo de nuestro corazón, alguna herida fruto de este vínculo con papá y mamá. Nadie está libre de experiencias dolorosas, esto no depende de nosotros sino de la vida. Como adultos sólo podemos decidir qué hacer con esas heridas. Podemos flagelarnos con el desgraciado sentir ocurrido o convertirlo en abono para crecer.
Las vivencias dolorosas pueden anclarnos al pasado, en un enredo sin fin entre enfado, tristeza, exigencia o esperanza. Madurar, conseguir la fuerza adulta, significa soltar el pasado, asentir a nuestros padres y tomarlos.
Asentir a nuestros padres es aceptar su naturaleza humana. Hicieron lo que hicieron, nos dieron lo que pudieron y nada más. Ser padre o madre no es una cuestión moral, es un papel vital otorgado por hecho de concebir o parir un hijo, sin más. Cuando una persona no quiere reconocer que su padre o su madre lo son, está oponiéndose a la realidad biológica. Y es cierto que puede sentir mucho rechazo o justificar su gran enfado, sin embargo nada puede borrar que es hijo o hija de ese padre y madre. Mientras no se pueda reconocer este hecho, se está en lucha con la vida.
Asentir no significa dar por bueno lo que hicieron o dejaron de hacer, ni que los consideremos “buenas personas”. Esto va más allá. Asentir es reconocer que nuestro origen está en ellos, que llegamos a la vida a su través. Nada más… y nada menos.
Cierto es que cada persona, si quiere crecer, tendrá que reconocer sus heridas. Decir no, para luego rendirse y aceptar. Reconocer los aspectos dañados para poder mirar cada paso del camino transitado, por muy difícil que haya sido. Tras la negación de nuestro origen hay una íntima negación interna. Por el contrario, reconocernos como fruto de la unión de nuestros padres, fuera como ésta fuera, es quedar en paz con ellos y con uno mismo. Nos damos valor y nos reconocemos merecedores de la vida.
Decir Sí a nuestros orígenes, de manera profunda, nace de la posibilidad de tomar a nuestros padres. Tomar a nuestros padres es abrirnos a recibir la fuerza de la vida que nos viene dada a través de ellos.
Mientras permanecemos ligados a sus alegrías, penas o dificultades, más anclados estamos al pasado y menos en nuestra vida. Tomar a los padres significa que el amor que tal vez esperábamos que nos dieran, lo desplegamos en nosotros, al mismo tiempo que lo ofrecemos a los demás. La exigencia que podíamos tener hacia ellos, se transforma en gratitud interna por lo que en cada momento nos ofrece la existencia y la violencia recibida se abre a otras formas de relación.
Esto que a muchos les parece tan sencillo, a otros tan obvio y a algunos nada claro ni evidente, es la base para conservar el equilibrio. Tenemos que ser pequeños ante los grandes que nos dieron la vida; adultos con quien escojamos como pareja; y progenitores para nuestros hijos.
El ser humano quiere justicia. La vida busca equilibrio. En la base de todo siempre está el amor. Publicado en El Revistín. Avilés.Agosto 2019 Soy Generosa Lombardero. Puedes acceder a mis Cursos de Mindfulness en Esencia de Atención con actividades presenciales y on line.