SOBRE EL DESAPEGO

No es desinterés, ni indiferencia y tampoco frialdad.
No es irresponsabilidad, ni falta de compromiso con lo que se hace o dice.

El desapego significa soltar, liberarse de lo que nos lastima para poder disfrutar de las cosas, de las personas o de las situaciones, sabiendo que son transitorias.

Desapego es salir de lo que no le viene bien a nuestra vida.

Es un “si lo tengo, bien y si no…también”.
Así de fácil se explica. Lo demás es una experiencia y aprendizaje.

COMPRENDER LO ESENCIAL

Cuando surge una experiencia dolorosa, involuntariamente intentamos apartarla. Cuando surge una agradable, intentamos atraparla y mantenerla en nuestra vida. Las experiencias neutras las ignoramos, perdiéndonos un gran abanico de nuestro mundo emocional.

Así pues, deseamos los sentimientos agradables y estos los consideramos acertados. Intentamos evitar los desagradables y los vemos como incorrectos. Como no podemos evitar estos últimos, vivimos en una lucha constante  para conseguir que todos sean correctos y agradable. Algo imposible, que nos trae sufrimiento.

No podemos evitar que lo grato y lo desagradable forme parte de nuestra vida y es algo poco real considerar correcto o incorrecto cualquier sentir. Es muy útil comprender que los estados emocionales simplemente están presentes. Son el medio en el que vivimos, el caldo de cultivo en que se desarrolla el Ser humano. Aunque sean fuertes, intensos o difíciles, no es necesario que los suprimamos y si son agradables no podemos apegarnos o identificarnos con ellos. 

Se puede atravesar esta montaña rusa emocional,  sin preocuparnos,  porque ninguna emoción es definitiva. Nada permanece en la misma forma. 

Aprender a soltar

Un auto-regalo precioso.

Aprender a soltar. Un auto-regalo precioso.

Vivir es algo dinámico. Es experimentar situaciones, desafíos, alegrías y pérdidas.

La muerte es un destino inevitable, al menos de momento, y hasta ese horizonte vital aparecen un sinfín de duelos. Hay duelos que se anticipan y se viven sin que nada suceda; hay otros que no se resuelven nunca pero no significa que desaparezcan; los que no concluyen y se convierte en un continuo sufrimiento; los que se niegan, los que no se expresan, los no permitidos por el entorno, los que se congelan…

Aprender ayuda a comprender.
Comprender ayuda a soltar.
Soltar es dejar ir el sufrimiento.

Para favorecer esa transformación te ofrezco esta actividad. Vivencias para regalarse y crecer.

¿Normal o demasiado?

Normal o demasiado

¿Diriges tu vida?
¿Sueles anticipar realmente lo que va a suceder?
¿Le das vueltas a lo que te dicen?
¿Estás pendiente de lo que hace tu pareja?
¿Te enfadas porque los otros no hacen lo que tú crees que deben hacer?
¿Asumes parte o todo el trabajo de otros?
¿Confías en los demás?
¿Criticas las decisiones ajenas?
¿Lo tienes siempre todo pensado?
¿Les dices a los tuyos lo que tienen que hacer?
¿Crees que los demás tienen segundas intenciones?
¿Las cosas tienen que estar en el sitio que tú decides para que te sientas bien?
¿Tiene que estar todo perfectamente programado¡’
¿Delegas? ¿Aceptas hacer cosas que tú no habías pensado?
¿Te dejas querer? ¿Sabes recibir?
¿Sabes abandonarte? ¿Puedes dejar de estar en tensión?
¿Qué tal el cansancio?
¿Puedes dejar de controlar?
¿Realmente controlas?

«El ser humano que sufre antes de lo necesario,
sufre más de lo necesario».

Te propongo actividades para tu bienestar personal,
para reconducir conductas que sientes te perjudican.

Un día para la muerte. La muerte, cada día.

Un día para la muerte. La muerte, cada día.

Oportunidad de Crecer

Hace unas semanas me comunicaron la muerte de una compañera. Había compartido con ella cuestiones importantes sobre educación, hijos, familia, emociones, salud…lo divino y lo humano. Su muerte me llenó de tristeza recordándome mis propias pérdidas personales.

Cada noticia de un fallecimiento muestra la realidad de nuestro propio fin. Sabemos que llegará ese punto final y aún así la noticia siempre sorprende.

Cuando es una persona muy cercana, muy querida, hay una sensación de incredulidad, como si no pudiera ser posible. El impacto repercute como un eco que nos acompaña con un sonido cavernoso, amplio, cerrado y vacío.

El tema de la muerte es un tabú que, sin embargo, normaliza en la existencia. Parece que queremos borrar la imagen de lo que sabemos que tarde o temprano llega.

Huimos de sus pensamientos rápidamente, perseguidos por la certeza de que el río fluye hacia delante y siempre desemboca en el mar, se funde con él. No querer afrontar a la muerte como pareja de vida, evadirse y no mirar a esta compañera de viaje, nos paraliza y aleja de un gran aprendizaje: “saber soltar”.

La sabiduría perenne de todos los tiempos ha intuido el hecho de que afrontar la muerte nos hace llevar una vida con sentido. Krishnamurti decía que el verdadero temor es, en realidad, a la vida.  Porque para encontrarle un sentido a la muerte, para aceptar y entregarnos al tránsito final desde la aceptación, antes hay que encontrarle un significado a la vida. Y ese es el verdadero temor.

Hay una necesidad exclusivamente humana de sentir que no hacemos este camino para nada. Hay algo que nos empuja a comprender profundamente nuestro comienzo unido al final. Las inevitables pérdidas que afrontamos, nos lo presentan en el recorrido para que lo mantengamos reprimido en la oscuridad o le demos sentido.

¿Tal vez algo más grande nos transciende y nos abraza? ¿ Quizá sólo dejando atrás la mente intelectual podremos comprender algo más? ¿Tal vez el dolor de las pérdidas tiene su función?

En cada duelo, en cada mirar a la muerte, hay un tiempo en que progresivamente nos alejamos de ese ser perdido. Desde ese lacerante dolor entramos en la apertura del corazón, maduramos, obtenemos nuevos recursos para renacer a la vida de manera diferente.

Negar una cara de la existencia, negar la muerte, es asegurarnos el sufrimiento. El camino para mitigarlo es acercarnos al dolor como algo natural de nuestra realidad. Así cuando aparece el dolor de la pérdida, a pesar de sentirlo eterno, lo abrazamos confiando en que se serena. De esta manera, el dolor cumple su función.

Si observamos la vida como un viaje de experiencias, una gran oportunidad de probar lo intenso del dolor y lo apasionado del placer, entonces podemos comprender quienes somos en realidad. El dolor de cada pérdida nos invita a mirar hacia dentro, a soltar la identificación con las acciones, objetos y personas que nos rodean. En la medida que soltamos esa identidad superficial, ese dni de nuestro personaje, podemos encontrar la esencia inamovible que no se puede dañar.

Gracias al amor, de quienes primero que yo se han marchado, puedo ver en cada pérdida una oportunidad para crecer. Puedo sentir el dolor al mismo tiempo que confianza y calma profundas. Esto lo da la comprensión transpersonal, la realidad de que todo es impermanente excepto la esencia que nunca cambia.

Somos esencia.