Encuentro desde la Atención.2

Reto, 40 días Mindfulness. Mindfulness para la cuarentena. Personas con curiosidad.

Un encuentro virtual en la plataforma zoom. Una manera fantástica para compartir experiencias, descubrimientos de la práctica y crecer conjuntamente. Aunque el grupo es virtual, podemos crear un entorno seguro de apoyo, comprensión y aceptación. El objetivo es la conexión.

Viernes 8 Mayo. 20.30 (40 min) 1ª parte // Recurso práctico 21.30 (40 min) 2ª parte

*Práctica formal guiada.

**Resolver dudas o inquietudes sobre el Reto y acerca del Mindfulness

***¿De qué te has dado cuenta? Compartir descubrimientos.

Puedes unirte a la reunión desde aquí. https://us04web.zoom.us/j/71018125761?pwd=SWkyS2RKTzdHZ1RXTXJKa3FBdGp1Zz09

****Recurso práctico. (2º parte)

Unirse a la reunión Zoom
https://us04web.zoom.us/j/77571549588?pwd=UTlvNlZWZmg1QW9Eb3VOeTRIcFl2QT09

El encuentro es una ocasión fantástica para asomarnos a formas de pensar que pueden enriquecernos.

Una forma de crecer

Encuentros de Atención para la Reflexión y Práctica.
También en Facebook live. Sábado, 2 de Mayo, 10.00.

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La razón de mi Corazón

LA MULTA

La multa

La auto-observación es lo que tiene, siempre estás ahí para mirarte. Mirar hacia fuera y hacia dentro. 

Me pusieron una multa. Algo que suele ocurrir cuando aparcas el coche donde no se debe dejar. Da igual que no estorbe a nadie y da igual que fuera por un momentito. Un eficaz agente (que en ese momento no me parecía nada encantador), cumpliendo sus funciones, me entregó el papelito con la sanción. Y hasta aquí la escena exterior. Ahora puedo entrar en el escenario interior, donde solo estoy yo. Donde solo yo puedo sentir la rabia y el enfado. Donde solo yo puedo escuchar lo que me digo. En ese espacio interno es donde puedo elegir cómo tratarme. Puedo ser mi mejor amiga, comprensiva y amorosa o ser mi peor enemiga y flagelarme emocionalmente durante esa jornada o alguna más. 

Mindfulness es un acto de compasión y amabilidad, es una forma de aprender a tratarse amorosamente y con respeto. La práctica va haciendo que esta actitud cale profundamente y crea la posibilidad de relacionarnos con los demás del mismo modo. 

Basta practicar con lo que ocurre a diario, considerar la posibilidad de ser amables con nosotros mismos, sin importar lo que sintamos y pensemos. Esto no tiene nada que ver con la negación o la justificación de lo desagradable (como la multa), sino con acogernos, acompañarnos suavemente cuando afrontamos los aspectos más ásperos y difíciles de la vida. 

Elijo ser mi mejor amiga. 

MI CONFESIÓN.

Soy egoísta, lo confieso.

Me enseñaron, como a la mayoría, a amar desde la carencia. Primero el otro y luego yo, porque así se demuestra el amor, ¿verdad?. Ahora, a mis cincuenta, soy una egoísta conversa y me entrego a su práctica, unas veces con más acierto que otras. Las costumbres pesan mucho, en ocasiones me arrastran pero confío que la vida me regale muchos años para profundizar en esta materia. 

A mis hijas las animo para que vivan de acuerdo a sus deseos, no conforme a lo que otros esperan de ellas, sabiendo que entre esos “otros” estoy yo. Las invito a que usen sus fortalezas, sus dones, su pasión. Que sigan el camino hacia sus propias metas, y que en el angustioso momento de tomar decisiones, sean egoístas. Quiero que miren únicamente hacia su interior. 

Escrito así, parece que viene de una persona desnaturalizada. Sin embargo, el recorrido ha sido largo hasta esta afirmación. Soy egoísta, y quiero que mis hijas lo sean. Para que en ellas germine esta semilla, tienen que verlo en mí, porque se aprende de quienes nos educan. Hay mamás y papás que dicen:  “Yo soy así, pero no quiero que mis hijos o hijas lo sean” “Yo hago esto, pero no quiero que ellos lo hagan”. Pues, craso error, los hijos copian lo que ven, somos su ejemplo de vida. 

Estoy convencida que perdemos demasiado tiempo tratando de complacer a otras personas, tratando de amarlas de la manera equivocada. Pienso sinceramente que malgastamos nuestro precioso tiempo y energía, intentando cumplir expectativas ajenas, cuando la vida es única, personal y demasiado corta. 

Hace unas semanas, en una comida grupal, me senté al lado de una mujer que no conocía. Comenzamos a hablar, y comentó que se dedicaba a un negocio familiar que había prosperado gracias al esfuerzo sacrificado de sus padres y abuelos. Al hacerse mayores sus padres, “se había decidido” que ella lo regentara, y así había sido, para el descanso de sus hermanos. Disfruta de una posición acomodada, sin embargo, la alegría no le brota por los poros precisamente, más bien, la resignación y el desánimo. Siente el peso del fracaso y de la culpa. Culpa, en doble sentido: tratar de evitar el cargo de conciencia, la determinó a aceptar el designio familiar; la culpa, sentida intensamente ahora, es la que pesa sobre su elección personal. No haber sido fiel a sí misma. 

Lo ideal, lo que nos inculcan en el manual de las buenas costumbres y maneras, es ser altruistas. Es políticamente correcto, y a simple vista parece lo óptimo. Sin embargo, se puede hacer una revisión de términos y lo que implican.

Altruista con abnegación:

una actitud donde solamente existen los demás. El “yo” no existe. Esta disposición constante recibirá su recompensa en el más allá. La creencia que lo sostiene es que todo tiene su premio, y, en este caso, se espera a muy largo plazo. 

Altruismo Interesado:

los demás son lo primero. En el hipotético caso de que me quedara tiempo, sería para mí. Pero claro, siempre hay alguien necesitado. Este altísimo eslabón puede esconder un egoísmo encubierto. Depende tanto del afecto como de la valoración ajena. Alguien se siente obligado, está en deuda, y eso, engrandece. En el fondo, espera que lo dado retorne de alguna manera. Pueden surgir expresiones como: “Yo, que me he sacrificado tanto por ti, por la causa, por la empresa…” “¡Así se me paga!”

Egoísmo profundo.

patológico, es arrugado como un ombligo. Una actitud ante la que no existe nadie más que el “sí mismo”. Primero yo, después yo y nadie más que yo. Lo dicho, enfermizo. 

Egoísmo generoso.

En primer lugar resuelvo lo mío, atiendo mi esfera estrictamente personal y así, estoy en disposición de atender a los demás de manera adecuada. Tiempo y recursos para cuidarse, para nutrirse interiormente, para prestarse atención. Este es el egoísmo deseable, el que debe ser practicado y que genera una aportación desprendida hacia afuera. 

La primera opción, la abnegación, es mirar a muy largo plazo. El aquí y ahora es mucho más interesante. El segundo, el altruismo interesado, es el habitual, y no da resultados prácticos. Mucha prueba y error me lo han demostrado. Así y todo, aún caigo de vez en cuando. El tercero, el egoísmo profundo, es enfermizo y aburrido. Así que la opción más interesante y útil es la última, el egoísmo generoso. 

“Lo siento, ahora no puedo. Necesito y me tomo tiempo para mí”

Desde el momento que yo me doy, me nutro, estoy realmente en disposición para asistir a otras personas de una manera totalmente desprendida. 

En los aviones dicen que, en caso de emergencia, te pongas la máscara antes de ayudar a otros. Esto es de vital importancia, ya que la falta de oxígeno hace perder la consciencia, y es imposible socorrer a nadie más. También es fácil de explicar con el dinero: si no tenemos dinero, no se lo podemos dar a los demás. Pues bien, si no nos amamos a nosotros mismos, no podemos amar a los otros de una manera auténtica. 

Tal vez, la persona que lee este artículo pueda encuadrar, desde la honestidad, sus acciones en alguna de estas categorías. Seguro que unas veces en una, y otras en otra. También puede reflexionar sobre cómo lo hace, desde dónde lo hace, cómo se siente; si podría sentirse de otra manera, cambiando algo, o si querría sentirse de forma diferente. 

Se trata de priorizarse y así, darse mejor cuando surja la ocasión. Si yo me atiendo, me cuido, dedico parte de mi tiempo y recursos a actividades que contribuyen a mi salud, las que me gustan y con las que disfruto, estoy mostrando a mis hijas el camino del auto-cuidado. Desde este punto, genero en mí una actitud más amable y saludable, lejos del resentimiento oculto al que da lugar el altruismo interesado.  

Es cuestión de practicar. Practicar el “noísmo”, el “yo lo merezco”, el “yo soy mi mejor compañía”. Es repetir, hasta llegar al hábito del auto-cuidado. Con la repetición se transforma en arte.

Bueno, pues nada más por esta vez. Si crees que el egoísmo generoso puede ser tu alternativa vital y comienzas a practicarlo, no dudes en llamarme para compartir experiencias. 

Agradezco que acojas mi confesión. Un saludo cordial de esta egoísta, Generosa. 

Publicada en El Revistín. Avilés febrero 2020

Espejito, espejito…¿qué ves aquí, monito?

Espejito, espejito…¿qué ves aquí, monito?

La compasión, el altruísmo y la empatía son motor de avance de la humanidad.

Siempre me han gustado las palabras. Me gustan las palabras redondas y cálidas como ternura; también me gustan las rotundas y pesadas como hormigón; y sobre todo me gustan las palabras suaves y amables que acarician el corazón. Alguna de estas palabras son apacibles al mismo tiempo que contundentes, por ello se enfrentan a la desconfianza. Se asocian a ideas religiosas o con una moralidad trasnochada, sin embargo tienen un significado profundo y verdaderamente humano. Compasión, altruismo o empatía son palabras flexibles y fluidas que no se entretejen con la misma fibra rígida que lástima o pena.

Somos seres sociales, vivimos en comunidad y nuestra naturaleza es profundamente colaboradora, a pesar de que la historia se relata a través de la catástrofe, el poder a cualquier precio, la injusticia o la desigualdad. Hay una energía silenciosa y humilde que no es tan llamativa como el conflicto pero que conforma nuestra esencia. Si sólo fuéramos desavenencia y lucha ya habríamos desaparecido hace mucho tiempo, sin embargo aquí seguimos, pisando sobre nuestro destino. La compasión, la empatía y la colaboración son motor del avance en la humanidad, sin duda alguna.

Cierto es que la realidad está salpicada por problemas, injusticia, tensiones, delitos y sufrimiento. No puedo, ni pretendo negar lo obvio. Sin embargo, al lado de esto hay acciones sencillas de generosidad, actos cordiales y bondadosos, hechos que aportan consuelo y buena voluntad. Yo veo continuamente (cualquiera puede apreciarlo, a poco que ponga el foco de Atención y la intención en ello), vínculos sociales que llenan de alegría a la gente. Las relaciones cotidianas con nuestros semejantes son empáticas y por ello creamos la red social a la que pertenecemos como civilización. El clan atiende al desafortunado, al herido, al discapacitado y aunque en muchas ocasiones la compasión parece desvanecerse, renace de forma asombrosa y radiante en otro momento. Es como un contrato indefinido, fijo, discontinuo; su despliegue es poco regular pero su latencia es clara y determinante.

Nuestra historia también puede recorrerse calladamente desde otro hilo conductor como el Amor comprometido, la compasión o la misericordia, aunque se entremezclen con las connotaciones menos afortunadas de pena, lástima o debilidad. La realidad, lo verdaderamente auténtico del término, hace referencia a comprender, respetar y defender a otras personas aunque no tengan nuestros mismos intereses.

Hoy se usa mucha la palabra empatía. Múltiples investigaciones científicas demuestran que es una característica de los humanos. Somos capaces de ponernos en lugar del otro para tratar de comprenderle. Podemos ver en la sonrisa diferente la imagen de nuestra propia alegría y también comprendemos el dolor en un sufriente rostro ajeno porque nos recuerda los miedos, inseguridades y sufrimiento propios.

Así que esto ocurre: puedo cerrarme al dolor ajeno para no ver mi propio dolor, intentando en vano olvidar mi miedo e inseguridad o soy capaz de que la compasión me llene y tomo contacto con todo lo mío, con todo el miedo y sufrimiento personal que conllevo. Comprendo así que hay que tener mucha valía y una grandísima fortaleza para enfrentar los dolores más profundos.

Lejos de ser un sentimentalismo inútil, la compasión revela un potencial emocional y espiritual enorme que nos proyecta hacia los demás y que puede ser explicado científicamente. Comprender o explicar el sistema nervioso al detalle no es mi objetivo, sin embargo actualmente la biología molecular, la electrofísica y la informática avanzan lo suficiente para lograr generar e identificar imágenes de los neurotrasmisores en el cerebro.

Entender la base de su funcionamiento, estudiando las descargas electroquímicas, permitió realizar el experimento que culminó con el hallazgo de las neuronas espejo. Así, como en cualquier historia y con el devenir del tiempo, un neurobiólogo llamado Rizolatti lideró un descubrimiento más que sorprendente. Cuando estudiaban la respuesta neuronal de un grupo de monos ante determinadas actividades, descubrieron que las mismas neuronas también se activaban cuando los animales veían realizar la acción a otro grupo de simios o incluso a los científicos. Es decir, que para su cerebro era lo mismo llevarse un plátano a la boca o que lo hiciera otro. Había un grupo de neuronas que actuaban reflejando la acción de otro individuo, por lo que recibieron el nombre de “neuronas espejo”.

Ya en el cerebro humano se detectó que un grupo de células se activaba cuando pinchaban al sujeto-paciente con una aguja y también lo hacían cuando el paciente miraba cómo otra persona recibía el pinchazo. Una clara señal de la existencia de neuronas espejo en nuestra especie.

Así que la ciencia confirmaba y se abría ante una nueva dimensión: sentir el dolor de otra persona. La empatía como término filosófico, moral o usado en política social era constatado por una realidad biológica. Así es, una parte de nuestro cerebro reacciona fisiológicamente ante la alegría y dolor ajeno como si fuera propio.

Actualmente la función de estas neuronas es ampliamente reconocida como un importante facilitador de las relaciones. Somos capaces de ponernos en la piel de otra persona y aprender a través de la imitación, ya que nuestro sistema espejo se refiere tanto a acciones como a emociones. Esta es, muy resumida, la base de la conducta compasiva y empática.

Empatía, compasión, solidaridad, compañerismo, adhesión…palabras preciosas, llenas de acción. Porque a diferencia de “simpatía” supone una participación activa. Hay un voluntad por parte del observador de tomar parte en la experiencia de otra persona, de compartir la sensación y de realizar un gesto al respecto. Un tipo de inteligencia interpersonal que conecta entre sí a los seres humanos formando una unidad. La pregunta, como reflexión, que quiero lanzar es si estamos unidos a otros seres vivos y con el planeta tierra en su conjunto.

Tengo mis propias motivaciones, razones y emociones para escribir este artículo. Para mí la respuesta es afirmativa sin ningún género de dudas y mi deseo es incluir al lector en el “círculo expansivo de compasión”, hasta que todo lo abarque.

Somos un todo. Sólo podemos vernos a través del espejo que nos ofrecen los demás.

Publicado en el Revistín. Avilés Octubre 2019