Donde dije Digo, ahora digo Diego

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Donde dije Digo, ahora digo Diego

…y con Diego me quedo.  

Cada edad puede convertirse en una barrera o en una liberación. “Esto no lo puedo hacer, ya no tengo edad” o “ahora me lo permito porque me salto los prejuicios y el que dirán” .  

Ir avanzando y decidir qué nos sirve en cada momento forma parte del aprendizaje de cada persona, en el caso de que quiera aprender, claro está. Algunas edades por ser más redondas muestran con más vehemencia estas inflexiones.

Cincuenta es un número bastante rotundo, que hace mirar a las primaveras vividas y sobre todo, enfrenta a lo que queda y para qué sirve el tiempo.   

Hace poco me encontré a una mujer, compañera, amiga, persona querida que también ronda esta edad. Ella siempre había mantenido su preferencia por parejas mayores de las que pueda aprender y no traigan complicaciones. “ A los chiquillos que los cuide su madre” solía decir para referirse a hombres menores que ella.  

Esta fantástica mujer, que por cierto está estupenda-estupendísima, seguro le resulta atractiva a un rango de edad muy amplio e incluso a ambos géneros.   

Pues me la encuentro paseando de la mano con un juvenalia tremendamente guapo. Inicié una conversación cortés y cariñosa con ella para dirigirme después hacia su acompañante y preguntar: “…y este caballero, que te acompaña?”  

“Me llamo Diego, contestó.

No soy caballero, soy policía y tengo las esposas en el bolso para detener a quien haga falta.” Abrió un bolso bandolera que traía para mostrar artilugios (de usos varios para quien tenga imaginación) a la atónita que escribe esto.   

La miré con asombro en la cara. Ella me guiñó un ojo al decirme: “Ya ves Geni, ahora soy más flexible y permito que el aprendizaje venga de otras fuentes”. “Bueno, se trata de madurar en comprensión” dije yo y con un sentido abrazo, nos despedimos deseándonos sinceramente todo lo mejor. 

  Cómo no hay foto del Diego bien parecido que aparece en la historia, pongo la foto de la flexibilidad de una de mis hijas, que bien se lo merece.   

Es imprescindible cuestionarse nuestras creencias para ser elásticos, adaptables y aprender.  Siempre desde el Amor.

 
Foto de Daniela Roces Lombardero.
 
 

¿Dependo o No?

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¿Dependo o No?

 
Se promueve la autosuficiencia y no hace mucho tiempo se animaba a dejar que los bebés se consolaran solos. Se creía que el exceso de afecto hacía niños consentidos y los convertiría en adultos problemáticos e inadaptados: “ No lo cojas de la cuna, que se acostumbra” “ Déjalo llorar que eso expande los pulmones”. En los hospitales se aislaba los niños de sus familias o se veía a los bebés a unas horas determinadas, siempre insuficientes para llenar de amor sanador el alma nueva y alimentar el poderoso hilo del vínculo.
 
Existía la creencia, aún coletea por ahí, que el afecto, el contacto, las muestras de cariño debían suprimirse o dosificarse al máximo. Los padres si querían educar en la fortaleza a sus hijos, tenían que mantener un cierto grado de distancia con ellos. Esta creencia mantiene que el exceso de amor materno, hace a las criaturas asustadizas y dependientes. Se observó, por otro lado, que aún teniendo las necesidades básicas cubiertas (alimento, bebida, limpieza), las que que carecían de una figura de apego, no se desarrollaban con normalidad. 
 
A primera vista puede parecer un contrasentido de la Independencia:  Amor y Libertad. En realidad se hace necesario un apego sano con nuestras figuras de afecto porque éste es beneficioso y propicia una personalidad sana, madura y autónoma. Estudios con personas adultas mostraron, con resonancia magnética, como la presencia de la pareja ayuda a regular la presión sanguínea, el pulso, la respiración y los niveles de hormonas en sangre. 
 
La dependencia sana es un hecho, no es una opción o una preferencia. Nacemos con necesidad de amor porque somos seres sociales que buscamos el calor de otros como alimento. Cuando escogemos pareja siempre hay dependencia. Es necesario que ésta ayude en nuestro bienestar emocional y psicológico. Vital también es comprender que la verdadera independencia nace de saber que contamos con alguien que nos apoya. 
 
Ese alguien que respalda, nos incluye a nosotros mismos.
Dependemos del amor.
 
 
 

¿Quieres Bailar?

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¿Quieres bailar?

Nos perdemos muchos momentos de la vida por estar con la cabeza en otro sitio, tal vez pensando en lo que deberíamos haber hecho o viendo realizadas las innumerables amenazas de un futuro incierto. Podemos ser nuestros jefes más estrictos, nos juzgamos constantemente y pasamos muchas horas extras rumiando sobre lo qué pasaría si hubiéramos actuado distinto o qué ocurrirá si tomamos una futurible alternativa y no la otra. No recordamos dónde hemos dejado el coche aparcado, si hemos cerrado la puerta de casa o qué hemos comido. Estamos distraídos cuando nuestros hijos nos hablan y generalmente consideramos que nos faltan cosas para poder ser felices. 

Siempre hay una pieza que necesitaríamos para llenar el puzzle del bienestar: salud, tiempo, paz, dinero, éxito, propiedades, ayuda, satisfacción, logros…Nos regalamos la utopía de que cuando tengamos “eso” o termine “aquello”, todo será perfecto. En el fondo sabemos que las cosas no funcionan de esta manera, que siempre hay algo que nos sobra, molesta o hace daño y  seguiremos sintiendo que nada es suficiente. 
 
La mente no es muda y nos recuerda constantemente los miedos, el trabajo sin hacer, la discusión con los padres, el enfado con el compañero, eso que debería hacer la pareja, si hay pagos pendientes y… todo lo que podría salir mal. Las preocupaciones son totalmente legítimas y personales pero si nos sumergimos en ellas pueden arruinarnos cualquier instante. El gozo muere por ahogamiento en el mar de la inquietud. 
 
Hay cuestiones muy básicas y poco originales que sin embargo deberíamos recordar siempre. El pasado no se puede cambiar y el futuro, aunque podemos hacer conjeturas sobre él, no somos capaces de predecirlo. Darse cuenta de esto, del gran  poder de nuestros pensamientos sobre todo lo que hacemos, no hacemos o sobre lo que sentimos, es un gran paso hacia vivir el presente. Esa frase tan repetida pero tan poco fácil de realizar porque a la vuelta de esta palabra nos dejamos enredar por cualquier emoción contractiva que nos surja. Más aún, nos creemos las teorías que aparecen en la pantalla de la mente y dirigimos nuestras propias películas. Qué está muy bien si las podemos capitalizar, como Amenábar o Almodóvar, pero poco adecuadas para evitar el sufrimiento.
 
Vivir desde la serenidad, independientemente del entorno, es posible si se entrena la mente. Estamos rodeados por un universo de estímulos, de tareas, de jornadas con actividades intra y extra, de responsabilidades varias que evitan el sentir de ser dueños de la vida, sino que ésta nos arrastra. 
 
Consideramos injustas las circunstancias que nos tocan pero, lejos de quejarnos, tenemos la opción de elegir. Podemos abrir los ojos para descubrir un camino diferente. Una manera de vivir que se convierte, con la práctica, en actitud. Una disposición a la apertura y al baile con lo que va surgiendo en cada paso. 
 
Hay que aceptar la música, adaptarse, volverse flexible para que la danza con la vida se convierte en algo intenso y tremendamente interesante. 
¿Quieres bailar?

 

Algo Ligero

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Algo Ligero

Unas preguntitas al final del texto para la autoindagación. Algo ligero pero que lleve a la reflexión y a un posible giro en la manera de conducir la vida. 

Las emociones nos mueven a la acción, de hecho la palabra deriva del latín “emotio”, que significa movimiento o impulso.  Las hay agradables y otras poco gratas pero aunque las etiquetamos como “buenas” o “malas”, todas tiene una función importante: la supervivencia. 

El miedo a un amimal que se abalanza de manera imprevista sobre nosotros hace que reaccionemos con rapidez dando un salto para salvar la vida. El enfado cuando alguien se cuela delante de nosotros en una cola puede hacer que reclamemos nuestra posición y no nos dejemos avasallar, defendiendo nuestro espacio físico, psicológico  y nuestro autorespeto en el mundo. La tristeza ante la pérdida de un ser querido permite que otros nos abracen y consuelen, lo que nos recuerda que no estamos solos en el mundo. La alegría nos permite reír con los demás y fortalecer vínculos con nuestro grupo, familia y amigos. 

Podemos reconocer que los estados de ánimo internos se reflejan en ciertas señales corporales y cómo, retomando su sentido etimológico, “nos mueven”. Somos seres emocionales, no hay ninguna duda y de cómo nos relacionemos con ellas, depende “hacia dónde” nos movamos: podemos ir hacia la serenidad y el bienestar, o caminar hacia el abismo del miedo y el vacío absurdos. 

Por eso es tan importante el modo que las gestionamos. Saber gestionar adecuadamente las emociones es beneficioso para todos los ámbitos de la vida. 

¿Cómo es tu relación con las emociones
¿Las gestionas o te dominan?
¿Son pesadas o ligeras?
¿Te elevan o te aplastan?

 
 

¡La Vida es bien Interesante!

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¡La Vida es bien Interesante!

Esta frase muestra la asombrosa curiosidad con la que algunas personas aprecian cada día porque entre los regalos de existir está el conocer a seres maravillosos que aportan y nutren el alma.

Personas que ante la pregunta de ¿Cómo estás? responden: «Excelente» porque su actitud es de aprendizaje en cualquier escenario y frente a cualquier cosa que sucede.

Puede ser algo tremendo pero absorben del entorno, aprenden de cada vivencia, cada circunstancia y no pocas suceden en su país, Venezuela. Les abrazo con las palabras de este texto. 

Es cierto, la vida es fascinante si la miras con ojos curiosos. La cotidianidad es de todo menos aburrida, se puede tener charlas fantásticas con grandes filósofos en la frutería o en la tintorería.

Una pregunta puede encontrase con la posible respuesta, aunque en multitud de ocasiones son amenos monólogos paralelos llenos de consejos personales, comparaciones con lo propio, juicios de valor y demás creaciones del pensamiento.

Los minutos pasan entretenidos mientras se espera para comprar unos mangos o a la consulta del pediatra. Se habla de todo y de todos. Cuando no se habla se escucha porque así se aprende. Ya decía un poeta: “Aprendo yendo donde tengo que ir».

Puede que en estas brevedades se de que alguien abra su corazón, simplemente se queje o acompañe con unas risas espanta-penas la situación del mundo, de la educación o de la enseñanza.

Vivimos en un momento de profundos cambios, desbordados por un exceso de información que no sabemos manejar. Los que tenemos hijos seguimos educándolos de la misma manera que hicieron con nosotros. En la escuela adquieren de forma mecánica una serie de conocimientos de los que después son examinados dependiendo de baremos estándar, creyendo que eso es útil para un porvenir sinónimo de felicidad.

Sufrimos y les hacemos sufrir cuando vemos que no llegan a los niveles adecuados o cuando se rebelan contra ese orden impuesto. Nos desconcierta cuando nos cuestionan para qué va a servir toda esa información obsoleta, nos hemos creado unas expectativas que no vemos cumplidas porque provienen de nuestras propias carencias personales. ¿No nos estaremos estancando en el pasado?

Los padres se quejan de los docentes; los docentes de las familias; los educandos sienten falta de interés, ausencia de motivación. No ven nada qué merezca la pena y les aplasta el desánimo. Algunos recuerdan otros tiempos cuando los estudiantes tenían más ganas de aprender, preocupados por saber cosas nuevas… La culpa anda suelta y es lanzada sin tener ningún amo con el que detenerse.

¿Y si miramos más allá?
¿Consideramos esta época con sus diferentes circunstancias?
¿Vemos lo que ha dejado de ser válido para encarar la vida?
¿Somos más comprensivos con los otros, con nuevos modelos y nuevas formas, sin entablar una lucha por el cambio sino acompasando lo que hay hacia lo que se avecina?
¿Diferenciamos entre educación y enseñanza?

Es importante una reeducación, tanto de padres, madres, educadores…sociedad formada por individuos, para que mirando a los ojos de los más jóvenes podamos ver con facilidad su esencia única y personal, con cualidades que podemos ayudarles a potenciar. Si prestamos un apoyo basado en la experiencia pero no directivo, estaremos reforzando su autoestima e incitando a experimentar sin temor a decepcionarse o decepcionar. Probar esto o aquello que les guste, por muy peregrino que pueda parecer.

Hay que generar Ilusión por la vida como una gran aventura que conlleva grandes sorpresas, unas alegres y otras con las que se comprueba la capacidad para seguir adelante. Abrir puertas hacia el corazón y desde él atravesar los obstáculos. Ese es el motor para crecer, crear, creer y avanzar…hacia donde tenemos que ir, para aprender.

 

Agradecida porque las puertas se abre a medida que avanzo.